Por: Alejandro Martin – Socio Director de TDSystem
Estar en ocio muy prolongado, no es reposo, es pereza. Lucio Anneo Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.
Hace unos meses, en Sevilla, me comentaban que en un bar el dueño de éste había puesto un letrero en el que rezaba lo siguiente “prohibido hablar de la cosa”. La cosa como podéis imaginar era la crisis. Todo parroquiano que entraba en el establecimiento repetía a modo de saludo eso de: ¡Qué! ¿Qué tal va la cosa?
Ahora, ya por asumida “la cosa”, por cansancio de la misma y por las fechas en las que estamos, utilizamos otra frase-saludo. A saber: ¡Qué! ¿Qué tal llevas el síndrome postvacacional?
Si a ese determinado malestar de después de vacaciones no le hubiéramos dado nombre alguno. Si sólo se hubiera hablado de él como de un malestar menor y transitorio, habría pasado mucho más desapercibido. Habría sido más fácil explicar desde un principio que, aunque molesto, no es mucho peor que otros malestares a lo largo del año. Pero a alguien se le ocurrió el dichoso nombrecito y, una vez nombrada la cosa, el tema se populariza y los síntomas son sentidos por todos.
Se ha creado el nombre y, con éste, se ha abierto la puerta al cansancio, la fatiga y la somnolencia que con irritabilidad, nerviosismo y poca tolerancia nos pueden acompañar durante estos días.
En estas fechas de final de verano, sin ir más lejos, cuando estés algo cansado, fatigado o indolente –estados provocados posiblemente por “excesos vacacionales”- cuéntaselo a un amigo que seguro que te diagnosticará “síndrome postvacacional”. Y ya sabes, una vez nombrada la cosa, ésta adquiere entidad propia y conlleva su propia dinámica.
No, no estoy negando que podamos sentirnos de determinada manera al volver al trabajo después. Lo que creo es que el nombrarlo técnicamente le otorga una entidad que, en ocasiones, tal vez en demasiadas, difícilmente la habría tenido sin el nombre.
Una vez patologizado, utiliza ya un lenguaje más técnico y sofisticado. Ya no es esa pequeña “pereza o galbana” que da el tener que volver a trabajar. Ahora ya somos pacientes que encontramos en el término justificación a algún exceso vacacional o nuestro deseo de seguir de vacaciones. Aparecen también los sanadores, prestándose a diagnosticarnos el fenómeno y a proporcionarnos remedios cuasi milagrosos. Por último, algunos compañeros nos muestran su solidaridad y nos dicen, a modo de competición, que este año se lo llevan bastante bien, pero que el año pasado si que fue terrible para ellos la vuelta al trabajo.
Al parecer, la vida sólo adquiere pleno sentido cuando somos capaces de nombrar las cosas que nos suceden.
¡Ah! Si queremos aliviarnos de este sentir postvacacional, ahí van unas pequeñas recomendaciones: No agotes tus vacaciones hasta el último día, tómate con naturalidad el primer día de trabajo y considera que así será el resto del año. Si cuando acabas de trabajar lo alivias con alguna actividad de transición entre las vacaciones y el trabajo, ya verás como todo es más fácil y placentero.
Por último, sé positivo, en el trabajo también hay cosas agradables.
La pereza no es más que el hábito de descansar antes de estar cansado.
Jules Renard (1864-1910) Escritor y dramaturgo francés.