¿Y si padecieras el síndrome de Agnus Dei?

Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem

“Algunas personas se quejan porque hay espinas entre las rosas, mientras que otras agradecen que haya rosas entre las espinas”. Anónimo.

La Sra. Agnes Skinner, madre del profesor Skinner y persona agria de carácter y religiosa de convicción, se encuentra indignada por lo que sucede en este mundo. Pero no en un lugar remoto, si no allí mismo. Para vergüenza propia y ajena, un grupo de músicos callejeros se ha instalado en la misma esquina de su casa. ¡Hasta ahí podíamos llegar!. Eso no se puede permitir. Y decide denunciarlo a la policía:

Agnes: Hola, jefe Wiggun.

Jefe: Hola Sra. Skinner. ¡No me diga que viene en visita de cortesía!

Agnes: ¿Yo?, No, no… ¡Qué va!… Vengo aquí a denunciar un acto indecente.

Jefe:  ¡Haberlo dicho antes!. Mande usted.

Agnes: Vergüenza es la que estoy pasando… Mire,  unos músicos callejeros se han instalado junto a mi casa. ¡Bueno, es que no sé donde vamos a parar…!

Jefe: (dirigiéndose a Lou) Ve y dí a esos gamberros que no se queden junto a la casa, sino carretera arriba donde ya no haya casas a las que molestar.

Unos días más tarde la Sra. Skinner vuelve a visitar la comisaría:

Agnes: Hola, Jefe. ¡Todavía los sigo viendo acampados!.

Jefe: (dirigiéndose a Lou) ¿Pero no les dijiste que se alejaran de la casa?

Lou: Sí, así lo hice, y así lo hicieron.

Jefe: Entonces Sra. Skinner ¿cómo es eso?

Agnes: Sí, se alejaron, pero es que si subo a la terraza del último piso de mi casa todavía les sigo viendo acampados carretera arriba.

¡Qué no hará la Sra. Skinner para tener una causa de queja! ¿Subirse al tejado de la casa para poder ver  más lejos? ¿O simplemente le servirá imaginarse que están acampados en alguna parte? Lo cierto es que intentará encontrar alguna situación que justifique su indignación.  Y es que ¡en menudo mundo nos ha tocado vivir!

La cuestión no está en las situaciones objeto de la queja, sino su interpretación. Si me quejo de un estado de cosas y ello me proporciona cierto protagonismo y  me libera de abordarla con esfuerzo ¿qué motivos tengo para no quejarme?. De hecho, la queja me resulta cómoda, productiva y, con un poco de suerte, me da protagonismo.

Quejarse puede formar parte del estilo de vida de algunos, otros tal vez se sumen a ello por la moda del “y yo también……….” y lo han convertido en una forma de relacionarse con los demás. La queja te puede proporcionar temas de conversación a la vez que demandas con ella que te den la razón. ¡Un gran negocio!.

Pero, ¿cómo debemos actuar con aquellos que han hecho de la queja su estilo de vida?. Vamos, que forma parte de su personalidad.

  • ¿Servirá de algo aquello de “no son tan malos”, “te lo estás tomando a la tremenda”, “mañana probablemente se vayan”?
  • ¿Deberíamos decir a estas personas: ¡Sí, la vida no es justa!, pero ve acostumbrándote a ello e intenta emplear toda la energía que gastas quejándote en mejorar la situación”?.
  • ¿O tal vez exista una tercera opción ? Y si es así, ¿pasará ésta por aquello de: «Vas a seguir fijándote en lo negativo obviando lo positivo»?, ¿Prefieres centrarte en lo que no puedes hacer y evitar lo que sí puedes hacer?

Independientemente de la opción que se elija, si una persona se empeña en que una situación es mala, seguro que, por poco que se empeñe, logra que no mejore.

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1 comentario sobre «¿Y si padecieras el síndrome de Agnus Dei?»

  1. Esto me recuerda la historia de los inicios de U2, en Dublin, que empezaron tocando en una calle de Temple Bar, frente al Clarence Hotel. Ante las quejas del propietario del Hotel por el «jaleo» que montaban en su puerta, Bono le propuso actuar dentro de sus instalaciones para beneficio mutuo. El «visionario» dueño del hotel (sería de la familia Skinner?) rechazó la oferta y siguió con sus quejas, hasta recibir la promesa de Bono de que acabaría comprándole el hotel. Promesa que cumplió en 1992. En su azotea han tocado en varias ocasiones y han grabado algun video…

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