Por: Fernando Herrero – Filósofo y consultor de Tdsystem
En cierta ocasión, Nisio, persona ansiosa de conocimiento, observaba el comportamiento de un pollito que acompañado de su madre gallina pastaba en la pradera.
El pollito comía feliz y ufano mientras piaba con alegría:
-pío, pío, pío…
Un gavilán, atraído por el sonido y en busca de alimento, se lanzó raudo por el pollito, con aviesas intenciones. Éste avistó al gavilán y corrió a esconderse debajo de una vaca que pacía relajada. Coincidió que en ese preciso momento la vaca, acuciada por una urgencia fisiológica, evacuó y cubrió al pollito con la porquería. Y el pollito se salvo del ataque del gavilán.
No muy satisfecho con la situación reclamó la ayuda de la mamá gallina:
-Pííííooo, pííííoooo!!
La gallina, presurosa, liberó de la techumbre de porquería al pollito y, éste, más feliz que nunca entonó un canto de alegría:
-Pipipío, pipiripipío, repipío…, mirando al tendido.
El gavilán había tomado precauciones debido al fracaso del envite anterior. Cauteloso, se acercó con una rapidez inusitada y se comió al pollito en el balcón verde de un árbol.
Nisio, ante tales hechos, se pasó la mano por la coronilla de su cabeza, reflexionó unos instantes y formuló las siguientes moralejas:
Primero: en la vida, no todo el que te llena de porquería te hace un mal;
Segundo: ni todo el que te libra de la porquería te hace un bien;
Tercero: pero lo que sí es cierto es que cuando se está lleno de porquería lo mejor es no decir NI PÍO.
Y continuó el paseo, es decir, la vida.