Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
Para el vanidoso todos los demás son admiradores. Antoine de Saint-Exupéry
El Sr. Burns, admirando el resultado de su trabajo, dijo autocomplacido a Smithers:
—¡Ah, no sabía que estabas aquí admirándome. Perdona… apenas he terminado… y estoy tan agotado…!
Smithers no pudiendo contener su admiración dijo:
—¡Qué eficiente eres jefe!
—¿De verdad? Algo intuía… —Respondió el Sr. Burns con falso gesto de modestia. —Es que todo lo que hago, lo hago con la misma perfección.
Smithers adivinó que su jefe estaba en esos momentos sublimes que frecuentemente le daban, pero es que ¡Era tan jefe!. ¡Cómo no admirarlo! Pensó.
El Sr. Burns está ensimismado en lo que ha hecho. De su cara se desprendía una sonrisa entre petulante y vanidosa.
— Me parece que ya puedo presentar los resultados de la Central al Comité de notables de Springfield que elegirá al empresario del año. Este año el Comité podrá admirar mi trabajo, -comentó el Sr. Burns añadiendo, —Si no te importa Smithers, ¿puedes hacerme un power point con estos contenidos?.
Y Smithers, algo confuso, pero diligentemente se apresuró a responder:
— ¡Faltaría más!. Ahora mismo me pongo a ello.
— ¡Ah! Smithers, a la presentación tienen que asistir todos los trabajadores de la fábrica. Adviérteles de la conveniencia de apreciar mi exitosa exposición.
Como en muchos ámbitos de la vida cotidiana, y el trabajo es uno de ellos, el síndrome del “lindo don Diego” acaba apareciendo. Siempre se presenta en personajes que exageran sus hazañas y virtudes, que bien pueden ir desde el “aunque parezca mal que yo lo diga, pero tengo unos hijos que……..”, hasta aquellas otras manifestaciones que más parecen una competición de “a ver quién ………”.
La obsesión que tienen estos personajes por una faceta de sí mismos, hace que acaben viéndose solo a ellos. Los demás no existen, o si existen, son simples admiradores o lo que es igual, personajes secundarios sin importancia pero imprescindibles para que “Don Lindo” se sienta tal.
Padecer este síndrome puede parecer inocuo, que no representa ningún peligro al ser un formato vacío de contenido y lleno de petulancia. Pero no lo es.
La apariencia, que de eso se trata, es la protagonista y puede inducirnos a esa conclusión, pero en el caso de los personajes “Don Lindo”, éstos se convierten en personajes vanidosos e impresentables. Su petulancia en forma de egoísmo provoca que todo lo que hacen tenga por objetivo aparentar. Lo suyo es el puro artificio.
Son personajes “pavo real”. Fascinados por sí mismos. Están “encantados de haberse conocido” y creen que todos los que les rodea son admiradores o envidiosos, siendo completamente sordos a la mínima crítica.
La mayoría los “don lindos” no son del todo conscientes de la ficción que han creado. Simplemente la crean para sobrevivir y se refugian en ella para no ver la realidad.
En estos momentos de crisis profunda donde muchos deben reinventarse, la vanidad perjudicará cuando las oportunidades que se les presenten se sientan, a pesar de que efectivamente lo sean, como que no estan a la altura de los puestos que se ocuparon con anteriridad. A pesar incluso de que se cobre más dinero!! la vanidad atacará al ego con verguenza. Es importante darse cuenta de este efecto y eliminarlo para seguir felizmente.
Bien señalado Natàlia, La vanidad es un mal compañero en épocas como la actual en la cual todos nos debemos manifestar con mayor acomodo a la situación.