Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Lo que está en nuestro poder hacer, también está en nuestro poder no hacerlo. Aristóteles
A primera hora, así, a bocajarro, en la puerta principal, junto al gran cenicero congregante de fumadores y cafeteros.
– Dinero o poder ¿qué prefieres? –me pregunta el cajero fumador. Se lo llaman porque es el financiero de la empresa y nadie le conoce sin un cigarrillo en la boca.
– Pues, no lo sé –acierto a contestar.
Yo no fumo ni tomo café, bueno, esto último, alguna vez. Por eso me he venido aquí. No tengo nada especial que hacer. Cosas sí, pero especiales no.
– Las empresas solo están para ganar dinero –insiste.
– Siento contrariarte –respondo-. Lo que realmente se prioriza aquí es dominar, marcar territorio, algunos hasta paquete, aunque quede mal decirlo. Vamos, que en esta organización nos “pone” el poder.
Sé que me estoy metiendo un jardín que no me reportará ningún beneficio ni querencia, pero me meto. No lo puedo remediar.
– Pero tú, ¿de qué vas ahora? –me espeta-. El dinerito, el dinerito es lo que realmente pone a la gente.
– Veamos –le digo-, piensa en las actividades que realizamos al día, en la cantidad de documentos que elaboramos y que finalmente archivamos sin que hayan servido para nada. ¿Cuántos?
– Si, si, algunas veces. Pero, vamos, seguro que sirven para algo.
– Yo diría para alguien –respondo- ¿No están la mayoría diseñados para controlar y marcar parcelas de poder? Yo no veo ningún dinerito en ellos, más bien todo lo contrario.
Creo que mi argumento le ha dejado un poco tocado. Él es uno de los primeros en quejarse de tanto papeleo y por eso tarda en reaccionar. No obstante, dice:
– Vamos que, según tú, el cash flow no tiene importancia. No me digas, ¡lo que me faltaba por oír!
Debo de reconocer que su respuesta es buena. El dinero como fin último tiene mucho gancho. Es ese ente impersonal al que le podemos atribuir todos los males sin necesidad de vincularlo con las personas que lo buscan y utilizan. El poder es otra cosa: hay que señalar a las personas que lo acaparan y manejan. Me hubiese gustado decirle que el poder está detrás, no de lo que hace, sí de como lo hace. Pero no quiero llamar al mal tiempo. No obstante, le pregunto:
– ¿Cobraremos este mes las dietas y kilometraje que está pendiente de liquidar?
-Pues todavía no lo he decidido –me responde-. Creo que se tardará un par de meses.
Veo que su cara se ilumina al pronunciar las palabras “se tardará”. No porque no quiera pagar, sabe que al final deberá hacerlo, pero poderlo postergar le proporciona una de esas sensaciones que no se pagan con dinero. ¿O es con dinerito?