Chatty, la locuaz de la oficina

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

chatty

Las palabras son como las hojas, cuanto más abundan menos fruto hay entre ellas. Proverbio.

Lo primero que he hecho esta mañana al llegar ha sido tomarme un café. Tenía ganas de despejarme. Había dejado el maletín en mi mesa y allí estaba, junto a la máquina, disfrutando de ese sabor oscuro que nos despierta y pone a punto para el trajín diario.

-En este país hablamos fatal. Y mira que es bien sencillo, a hablar se aprende hablando como a caminar, caminando –me comenta Chatty.

Yo creo que la llamamos así porque es muy dicharachera, aunque los más entendidos en inglés dicen que es porque le va el coloquio largo y la conversación dispersa. Cosas de modernillos, supongo.

– Algo de eso hay- añado- Pero, una cosa es hablar y otra bien distinta hablar bien.

– ¿Qué quieres decir con hablar bien?

-Vamos, que no es lo mismo hablar que decir cosas que interesen.

Tengo la sensación de que no está para matices. Tal vez mucho esfuerzo a estas horas. Ella es de verbo abundante y simplificador. Divide a la humanidad entre buenos, malos y poquita cosa más. Imagino que manejar más variables requiere un esfuerzo al que no está dispuesta.

– ¡No me irás a decir ahora que la práctica no mejora la habilidad! –responde airadamente.

Estoy a punto de decirle que a veces confundimos cantidad con calidad cuando me suelta:

-Yo estoy convencida –afirma- de que, si no logramos lo que nos proponemos, es porque no practicamos suficientemente.

Práctica, lo que se dice práctica, a ella no le falta. Más bien lo que le falta son horas para practicar, pero creo que esto es una maledicencia por mi parte y me la reservo. Es un defecto mío, lo sé, que me hace poco generoso con las personas de amplio espectro conversacional. No obstante, me atrevo a sugerir:

– Pero, tal vez deberíamos justificar un poco mejor lo que decimos cuando hablamos ¿no crees?

Me va a contestar, pero acaba de llegar otra compañera y se convierte en el foco de sus atenciones. Ahora creo que ya no me escucha.

– ¿Qué tal? –pregunta la nueva.

Pienso que pregunta por preguntar. No obstante, su pregunta se pierde en la amplitud verbal de Chatty que ahora está en su salsa. Lo mismo hace sugerencias que da consejos.

Debo confesar que le tengo un poco de envidia: mientras yo separo los temas, ella los amontona; yo intento razonar, ella seduce con recetas reconfortantes. Es una estrella de la generosidad verbal y una campeona de la vacuidad. Lo suyo lo convierte en arte al hablar mucho y no decir nada. Pero, ¿no es esa virtud la clave del éxito de algunas personas?

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