Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
¡Ojalá vivas todos los días de tu vida! Jonathan Swift
El despertador no ha sonado a la hora habitual y mi habilidad para asearme ha decrecido con tantos días de fiesta. Lo reconozco, voy justito de tiempo y, para ir al trabajo, cojo un taxi que huele al exceso de bebida de los últimos días.
Llego escaso de puntualidad. Allí estaban todos deseándose el año nuevo, contándose alguna batallita familiar y sus heroicidades con la comida y la bebida.
-Uff -dice mi compañero tocándose la barriga- estas fiestas la he petado: he comido y bebido como un obispo.
Todavía no me quitado el abrigo y apenas si me he sentado en la mesa, pero, por aquello de que no se note que he llegado tarde, me atrevo a decir:
– ¿Por qué comeremos y beberemos por encima de nuestras necesidades en estas fechas?
– Es lo que hay -responde mi compañero, con esa especie de respuesta que no sabes si de comodidad o de tontería.
Yo, en vez de preguntar, debería haber dicho algo parecido a “pues yo ni te cuento, entre el pavo que cocinó mi suegra y las chacinas que trajeron mis cuñados, no había forma de moverse de la mesa”. Mal, lo reconozco…, pero voy y me pongo en plan filosófico diciendo:
– Es irracional lo nuestro en estas fiestas.
Entiendo que mi compañero, a esas horas de la mañana y el primer día después de su bacanal festiva, no me entienda y ponga cara de “este tío es rarito hasta para disfrutar de las fiestas”. No, no se lo reprocho.
– Son días para comer, beber y disfrutar de la familia -afirma rotundo.
Me entierro en mis papeles y veo que cada mazapán de más, nos acerca un poquito a ese gordito propenso a la diabetes y al infarto. Y pienso, “pero que después no se queje si no cabe en sus pantalones. Que me lo conozco.”
– A partir de hoy empiezo con la dieta y el deporte -dice.
Me lo veía venir. La dieta de la vulgar lechuga como opción resignada y ese supuesto volver al gimnasio en el que a pesar de pagar la cuota no nos conocen. No pensaba contestar, pero aun así respondo:
– ¿Qué sentido tiene hartarse cuatro días y ponerse a punto de “jamacuco”, si después padecemos sus consecuencias el resto del año?
Pensé que le había cogido desprevenido al gordito estando como estaba embebido en los sopores pos festivos. Vamos, que le había ganado la partida, pero no, va y responde:
– Es que yo hace tiempo abandoné la idea de dejar de vivir para sobrevivir. Ahora me he apuntado al vivir por encima del sobrevivir.
Sí, lo sé. Esto me pasa por ir de listo y ponerme en plan filosófico cuando mi compañero lo único que desea es terminar de saborear las últimas mieles de las fiestas pasadas.
¡Qué tengas buena entrada de año!