Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Los personajes son como los gases, ocupan todo el espacio que se les permite. Anónimo experimentado
Era la hora del desayuno y salimos a tomar el café a un bar próximo. Aquel día iba con dos compañeras.
Ellas pidieron café cortado con un sinfín de matizaciones del tipo: corto de café, largo de leche y con azúcar, pero morena. El camarero asintió a tales mandatos, aunque a mí me quedó la duda de si acabarían reflejados en los cafés finalmente servidos.
Hablábamos animadamente sobre aquello tan socorrido de “qué se habrán creído los de marketing”, pasando por “menudos humos tienen los de contabilidad”, para acabar con “los comerciales son como el parchís», por aquello de que comen una y cuentan diez. Justo en ese momento entraron dos compañeros más: Modosín y, seguidamente, Super.
Al primero, le llamamos así por su hablar remilgado y su forma de refunfuñar alambicada. El segundo, Super, recibe ese nombre por lo superlativo que se pone cuando habla de él o de lo suyo.
Se suman a la conversación que mantenemos. Modosín sonríe bobaliconamente e inclina un poco la cabeza. Super, de frente altanera, en cambio, nos obsequia con un discurso amplio y acaparador.
– Se ha hecho tardísimo, deberíamos volver al despacho – dice con sutileza Beatriz, una de las compañeras.
– Por supuesto. –confirma Lucia.
–Me quedo un momento más. He de acabarme el café -digo.
La verdad es que me quedo por morbo. Quería comprobar quién ocuparíaantes el espacio: el ego altanero del uno o el empalagoso del otro.
-Como no es genial, no tiene enemigos -suelta Super refiriéndose al jefe. Las malas lenguas dicen que le está “segando la hierba debajo de sus pies” porque aspira a su puesto. Pero esto, deben ser solamente habladurías.
– Yo creo que es muy buena persona -dice Modosín de forma blandengue, aunque él prefiere calificar su forma de hablar como “políticamente correcta”.
– ¿Buena persona? -suelta Super-. Si con su edad solo se merece ese calificativo y no se ha creado algunos enemigos, es que no es nada, ni nadie.
Modosín percibe que la intensidad verborreica de Super ocupa progresivamente mayor espacio en el bar. Se siente en la obligación de reaccionar.
-Ya, claro. Pero es muy amable con todos -responde-. Otra respuesta le dejaría en desventaja.
-Aquí, si no dejas las cosas claras, no te respetan –concluye Super-. Y si no te respetan, tú tampoco te respetas. Ya sabes, o le echas lo que hay que echar o no te consideran.
-Bueno, faltaríamos a la verdad si no le reconociéramos sus buenos modales.
El ego gaseoso y melifluo de Modosín y el explosivo y desenfrenado de Super compiten por ocupar todo el espacio disponible en el bar.
Apuro el café y decido salir. No sé qué es más frustrante, la almibarada modestia del primero o la grandilocuencia bocazas del segundo. De lo que estoy seguro es de que ambos te ahogan.