Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
Si un artista tonto copia literalmente una fotografía, le sale una tontería. L. Racionero
Es lunes y son las ocho de la mañana. Estamos en ese pequeño y sufridor espació donde se encuentra ubicada la máquina de café que nos ayuda a desperezarnos.
-¡Joder¡ Podían haber puesto la maquinita en un lugar más amplio ¿no os parece?. Además, este café está cada día peor -dice refunfuñando uno de los más cafeteros.
El espacio es pequeño para evitar multitudes y sufridor porque le toca aguantar los comentarios propios de los lunes indeseados.
– ¡Qué! ¿Habéis visto llegar hoy al jefe? -comenta Pepe, con su insidia habitual.
-No, todavía no ha llegado -responde el que está sacando el café.
Los lunes esperamos al jefe con cierta curiosidad. De buen tono, eso sí. Nos lo queremos mucho. Podríamos hablar de las muchas veces que nos hemos divertido todos juntos.
– ¿De qué tratará el libro de hoy? -pregunta en tono burlón el insidioso.
– A saber. Seguro que es otra historia de éxito de un top manager o gurú de turno.
Los lunes el jefe tiene por costumbre aparecer con un libro debajo del brazo. A los que les gusta malmeter, comentan que lo hace para presumir de que incluso en fin de semana sigue activo leyendo sobre temas de enjundia. Los más cautos, entre los que me encuentro, pensamos que lo hace espíritu de autosuperación.
Fiel al ritual de todos los lunes, y tal como habíamos previsto, llega con el maletín en una mano y el libro en la otra. Se aproxima a la máquina del café dando los buenos días y dice:
-Os recomendaría que echarais un vistazo a este libro. Es “la bomba”. Empecé a leerlo y me lo he tenido que acabar de un tirón.
Seguidamente se aleja hacia su despacho.
-¡Es que no falla! -comentamos al unísono mientras apuramos nuestro café. Queda mal seguir más tiempo allí ante acto tan breve del jefe.
No me gustaría que pensaras que tengo algo contra los libros o que es malo leer las historias de éxito de los demás. Máxime si estas son de los top managers o gurús de moda. Todo lo contrario. Lo veo muy conveniente y necesario. Pero, noobstante, y esto sí que es una deriva mía, me preocupa su manera de leer. Me recuerda a aquel compañero de pupitre en el colegio que leía compulsiva y repetitivamente la historia sagrada creyendo que cuanto más la leyera más santo sería.
No, no digo que mi jefe sea así. Nada más lejos de mi imaginación. Pero sí que le sugeriré el próximo lunes cuando nos recomiende su próximo libro de fin de semana,que lo que le hace a uno buen filósofo no es leer muchas veces la historia de la filosofía, sino hacerse buenas preguntas cuando se necesitan y dar buenas respuestas cuando se las demandan.