Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
Lo peor no es que te engañen, sino dejarte engañar a sabiendas sin obtener nada a cambio. Ibáñez, J.
– ¡Puf! Lo tenemos otra vez en racha -dice mi compañero refiriéndose al coordinador.
No, no es que le tenga atravesado. Pero casi es mejor que os ponga en situación. Somos bastantes en el departamento y, según el jefe, hace falta que alguien nos coordine.
– Es que no nos hacía falta un coordinador.
Yo estoy de acuerdo con él, pero ya sabéis, “donde hay patrón, no manda marinero”. Total, que ahora tenemos un coordinador que cuenta con las totales simpatías del jefe.
– Este tío no aporta nada, pero se vende como imprescindible – continua mi compañero.
Se dedica a falsear toda la información que entrega al jefe y a filtrar toda la que a nosotros nos llega. Reconozco que despliega un discurso repetitivo que incluye una palabra tótem que rodea de artificio ilusionista y lo despliega con verborrea facilona y modernilla. Todo un logro.
– Ya no hay manera de acceder al jefe. Nuestra individualidad ha desaparecido y ahora somos “el equipo”; y, claro, él el “traductor a modo de salvaequipos”. Nos ha masificado e infantilizado -reprocha irritado el compañero.
Me gustaría decirle que sus traducciones de “salvaequipos”, nunca tienen la intención de facilitarnos la vida, sino de mantener su posición. Para ello, todo su discurso está plagado de gadgets verbales al uso, sin que sean otra cosa de declaraciones altisonantes y pegajosas.
-Es que este tío no dice una verdad ni a tiros. Es más, yo creo que pasa de los hechos reales.
En el fondo es así. Sus peroratas son pura maniobra de distracción y de huida hacia adelante para tapar las vergüenzas de su mala capacidad y peor acierto. Lo sabemos, pero la perorata le resulta creíble al jefe.
-Hay que reconocer que es un “artista”. Tiene un discurso lleno de falacias, algún que otro engaño, y otras tantas trampas argumentales. ¡Es increíble! -exclama mi compañero.
– Desde los resultados es poco probable que se sostenga el discurso del coordinador -apunto yo tímidamente.
– Entonces, ¿a qué viene que el jefe dé tanta credibilidad a su repetición machacona de fórmulas huecas y silogismos baratos? ¡No puedo entenderlo! -sentencia ya totalmente resignado.
No sabría responderle a esa pregunta, pero si puedo decir que algo me fascina de esta situación. No sé qué será: ¿tal vez el enfado ingenuo de mi compañero?, ¿la palabrería tahuresca del coordinador para mantener su posición?, o ¿la credulidad interesada del jefe que prefiere gadgets verbales a admitir que se equivocó con tal personaje?
Y a ti ¿que es lo que más te fascina?