Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Todo es puro juego ofrecido al único placer de la apariencia y el espectaculo. Lipovetsky, G.
Hoy hemos inaugurado la nueva planta. Estamos de traslado.
-¿Qué te parece? Ahora estaremos mejor, dispondremos de más espacio y luz -comento a mi compañero.
-Todo depende de cómo lo contextualices. Podría responderte que sí y que no.
¡Joder! Ya empezamos. La pregunta es sencillita, pero Posmo, que es así como le llamamos, me suelta su perorata posmodernista. ¿Le parece bien?, ¿le parece mal?, o es que no puede con su inconsistencia. No obstante, insisto:
-Reconocerás que es más amplia, con más luz y mejor amueblada que la anterior ¿no?.
-Estoy de acuerdo en algunos aspectos, pero no en otros. Por ejemplo, el diseño es bastante sexista y edanista. Es una muestra de una arquitectura vetusta y de una antisocialidad latente.
No sé bien lo que me ha dicho y para salir al paso, afirmo:
-Pero has de reconocer que tenemos más espacio y está mejor amueblada.
-Si, pero las magnitudes y la calidad de los muebles no deben ocultarnos esos aspectos clave que acaban afectando y conformando nuestra identidad más profunda.
Lo de “afectar a la identidad más profunda”, además de no entenderlo, me ha tocado la fibra y por ello le digo:
-Vale, y según tú ¿cómo debería ser?
-Bien, para empezar, yo (re)ordenaría este espacio post-industrial con un diseño propio de la contra-arquitectura hiper-contemporánea. Si me lo permites, creo que necesitamos un espacio que nos (re)comprometa a unos con otros de tal manera que la sinergia recurrente nos proporcione una fluidez seductiva.
Ahora si que me he perdido totalmente. Sabía que lo suyo eran las performances en constante transformación. Pero esto es para nota.
-Pero, ¿no crees que el espacio, la luz y la calidad de los muebles son prioritarios? -vuelvo a insistir.
-No, todo es igual de importante en aras a una personalización de cada ocupante. Es como te diría, ha de posibilitar un self-service espacio-individual.
¡Puff! Le está dando el ataque narcisista. A ver quién le aguanta ahora. Por ello digo:
-No me vengas con historias. Porque, digo yo, a ver si ahora el espacio, la luz y los muebles no tienen importancia y, en cambio, un diseño (a)sexuado y (ambi)valente es la leche.
-Piensa que nuestras espacialidades deben dar cabida a la diversidad, la pluralidad y la ambigüedad. Han de posibilitar que nuestra interconectividad fluya.
Mareado total estoy por ese caleidoscopio narcisista. Yo es que soy más de antinomias duras: lo claro y lo oscuro, lo grande y lo pequeño, lo bueno y lo malo. No es lo mío eso de que todo sea flotante y huidizo en un “espectáculo de variedades” donde lo único que cuenta es lo divertido de la performance. Pero, ¿lo tengo así de claro o simplemente es que me estoy volviendo vetusto y rígido?