Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
La entropía es la tendencia, la sintropía nuestra obligación
-¡Esto es lo que hay! -Oí esta mañana nada más entrar-. Y si no te interesa, ya sabes.
El vozarrón salía del despacho grande. No me extrañó demasiado. Él era así.
Este año no me había hecho demasiadas ilusiones, aunque debo confesar que en algunos momentos imaginé cómo sería el ambiente de trabajo si tuviéramos instalados detectores de malhumorados inoperantes con galones.
-¿Te imaginas el silencio que habría y lo cómodo que resultaría trabajar?
Puede que me digas que lo de “en silencio” sí; pero que estos personajes se las ingenian para desorganizar las cosas y que te sientas incómodo. Tal vez lleves razón, aunque:
-¿Y si esos detectores, en su versión premium incluyeran una función que permitiera la expulsión directa de la organización de estos personajes?
Ya. Me dirás que quedarían bastantes puestos vacantes con su correspondiente actividad por hacer. No te lo voy a negar, pero sí quería preguntarte:
-¿Crees que ésta no podría realizarse sin vocear, poner malas caras y peores modos?
Sospecho que tu respuesta es positiva. Si es así, no puedo evitar preguntarte:
-¿Echarías de menos a esos personajes entrópicos que equiparan vocear con tener razón, cara de vinagre con seriedad y sinceridad violenta con persuasión? ¿Les irías a visitar en el caso de expulsión y supieras su nuevo destino?
Entre tú y yo, creo que no. En principio, por inútil; en segundo lugar, porque no se lo merecen. Aunque convendrás conmigo que ese “detector-expulsador” no existe, así como tampoco la empresa perfecta. No obstante:
-¿Te imaginas que existiera?
Bueno, mientras tanto, tendremos que apañárnoslas para gestionar a estos personajes entrópicos. Aunque dicen que no se curan, sino que se agravan. Vamos, es como el segundo principio de la termodinámica.
-Que ¿de qué principio y termonosequé te estoy hablando?
Vale. Yo tampoco lo sé muy bien, pero tengo entendido que es el desorden progresivo inherente a un sistema que, a cada instante, le hace más desordenado y caótico. Aplicado a un jefe es que éste se crece con sus malas prácticas y lo hacen cada vez más patético e inoperante.
– Que ¿si tiene arreglo con el tiempo?
Lo siento, he de decirte que los sujetos que padecen la galonitis malhumorada no se curan mientras sigan llevando galones. Pero sí pueden atenuarse sus efectos.
-¡Ah! ¿Te interesa saber cómo?
Bien, hay dos métodos. El primero consiste en suprimirles los galones. Dicen que tiene un efecto balsámico con la mayoría de ellos. No obstante, este es un tema delicado. El segundo, pedirles que sean más sintrópicos, que exactamente no sé lo que es, pero me han dicho que consiste en que han de incrementar la calidad de la información que dan para generar una óptima ordenación, la comunicación para crear un buen clima y la persuasión para lograr una buena relación. ¡Ahí es nada! Con alguno todavía lo veo; pero con otros, tengo mis dudas.
Y tú ¿entropizas o sintropizas?