Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
«Las cosas no son solo lo que son, sino también lo que significan”. Savater, F.»
Son las ocho de la mañana y es el momento del acto íntimo con la cafetera de mi cocina. Reconozco que a este aparatito le tengo simpatía. Pero, claro, él tiene mucho que ver en ello: es fácil de utilizar y su producto placentero.
Pero no creas que con el resto de aparatos de mi casa tengo la misma relación. Con algunos, lo confieso, apenas nos conocemos. Y no te voy a engañar, no he hecho demasiado por ello. ¿Te preguntarás por qué? Sencillo, son muy complicados. Por ejemplo: con la cafetera, largo o corto como opción y, a partir de ahí, poner la taza debajo del chorrito y darle al botón. Ahora, inténtalo con la lavadora y comprobarás que solo en el panel tiene una o dos ruedecitas y varios sitios donde cliquear que, vinculados con las anteriores, cumplen múltiples funciones.
No obstante, estos días me he esforzado en mezclar ruedecitas y botoncitos. Aunque, a partir de ahí viene lo de distinguir si una prenda es de lana, lino, algodón o alguna de sus mezclas; saber qué prendas se pueden lavar juntas y cuáles no; y, por último, qué temperatura has de poner para que el asunto acabe bien. Lo que te comento, un lio.
No quiero que pienses que te propongo olvidarte de ellos, ni tampoco que inicies una estrecha relación. Algunos son interesantes, otros no tanto. Lo que te recomiendo es que los resignifiques y “cojas el tranquillo”. Te va en ello no parecer un homeless después de veinte días de recogimiento.
También quería decirte que veas con otros ojos los espacios de tu casa. Por mencionar un ejemplo: en mi casa hay un pequeño balcón en el que cabía la fregona y algún trasto inútil. Ahora, no te lo creerás, he puesto una mesita, pequeña, eso sí, con su correspondiente sillita. Además, he descubierto que existen cuatro puntos cardinales; desafortunadamente, mi balcón está orientado al este y me toca madrugar para disfrutar un poco del sol.
Respecto a los vecinos, qué decirte. Antes, cuando entraba al portal y había un vecino esperando al ascensor, aprovechaba para subir y hablar de eso tan socorrido como es el estrés del trabajo, el tiempo y el fin de semana. Era banal, lo sé, pero daba esa sensación de vecindad difícil de conseguir en estos tiempos. Ahora, el ascensor ya no es lo que era, aunque sus mecanismos siguen idénticos, cuando hay un vecino esperándolo y llega otro, uno de los dos, o ambos, toma las escaleras para subir. Y eso antes solo pasaba entre vecinos mal avenidos.
Como ves, las cosas siguen siendo lo que son, pero las hemos de resignificar. Además, quién ha dicho que en casa no se puede disfrutar de un buen vermut, un entrecot fantástico y un café excelente.
Venga, ánimo y a disfrutar de nuestro pequeño entorno en tiempos del coronavirus.