Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Las oportunidades no son producto de la casualidad, sino el resultado de tu trabajo.
Imagínate que vuelves de vacaciones y te llaman de dirección. «¿Qué querrán?» es la primera pregunta que te viene a la cabeza. «Nada bueno» es la respuesta que se te ocurre en la actual situación.
Tomas aliento, te pones bien el cuello de la camisa, que parece haberse quedado pequeño, y te diriges al despacho del director. Te sudan las manos, pero lo atribuyes a que todavía hace calor, aunque sabes que eso nada tiene que ver en esta situación. ¿Nervioso? Un poco. Tragas saliva y respiras profundamente antes de llamar a la puerta. Te han dicho que eso viene bien para calmar los nervios.
—Pasa, pasa —te dice el director.
—Buenos días. ¿Quería verme?
—Por favor, pasa y siéntate. Hemos de hablar.
Tu pulso se acelera y tu cerebro se prepara para oír aquello de «estamos muy contentos con la labor que has venido desempeñando, pero ahora, dadas las circunstancias, hemos tomado la decisión de…».
—Usted dirá —respondes temiendo que te comunique que va a prescindir de ti.
—Bien. Tras una larga reflexión, hemos decidido reorganizar el departamento —habla en plural. Y eso lo hace cuando prescinde de alguien. Lo que te temías. Reorganizar, para ti, no deja de ser un eufemismo para prescindir de alguien. Y en esta situación, tú eres la persona más afectada.
—¿Reorganizar? —te atreves a preguntar en tono neutro para camuflar tus peores temores.
—Sí. Hemos considerado que, dada tu trayectoria aquí, eres la persona adecuada para ocupar el puesto de project manager del nuevo proyecto. Dispondrás de un equipo de personas para llevarlo a término.
¡Uff! Te tiemblan las piernas, pero más por liberar la tensión acumulada que por las nuevas responsabilidades que implica el nuevo cargo.
—Estoy muy agradecido por la confianza que han depositado en mí para este nuevo cargo. ¿Cuándo empezamos? —tú también te pones solemne y respondes en plural.
—Mañana mismo ya deberás asistir a la primera reunión. Confío en ti.
Bajas de dos en dos las escaleras hasta tu mesa de trabajo. Ahora el cuello de tu camisa se adapta bien, pero es el pecho el que no te cabe en ella. Te sientes muy orgulloso.
Te afanas lo que resta de la tarde en recopilar toda la información del proyecto y aquella documentación que te puede ser útil para la reunión de mañana. Ha oscurecido y decides que es hora de volver a casa. Mañana será otro día. Te pones la americana, coges de tu mochila las llaves del coche y te diriges silbando a donde lo tienes aparcado. «Ha sido un buen día», te dices a ti mismo.
Ya de camino a tu casa, te da vueltas el cerebro. No entiendes por qué. La noticia es buena, pero algo te inquieta y no sabes exactamente qué. Es como si algo se te hubiese escapado.
Te queda una hora de trayecto y decides aprovecharla para hacer un análisis de la situación. Veamos, te preguntas:
- ¿La noticia es buena? Y tanto, te respondes.
- ¿Ser project manager es algo a lo que aspirabas? Por supuesto; es un avance en tu carrera.
- ¿Dispondrás de un equipo para lograr tu objetivo? Así es. Eso te ha dicho el director.
Todo positivo. Pero, si es así, ¿qué es lo que no le «cuadra» a tu cerebro? Veamos: le has preguntado al director si:
- se ha informado de tu nuevo cargo a todos los afectados (miembros del equipo implicado en el proyecto, proveedores y clientes);
- puedes hacer algo si alguno de los implicados y afectados por el proyecto no se comporta como debería;
- puedes hacer algo si alguno de los implicados y afectados por el proyecto muestra un comportamiento excepcional por el puesto que ocupa.
Si el director te ha respondido:
- A la primera pregunta: «Que no es el mejor momento para comunicar nada porque la estructura de personal no lo contempla y los sindicatos lo impugnarían».
- A la segunda pregunta: «Vienes y me lo dices a mí. Yo ya tomaré medidas».
- A la tercera pregunta: «Coméntamelo y yo ya veré lo que puedo hacer».
Tal vez la noticia no sea tan buena. «¿Y qué debería hacer en este caso?», te preguntarás. Yo te recomendaría trabajar en dos ámbitos:
- El primero consistiría en conseguir del director respuestas que hagan referencia a la comunicación a los demás de tus nuevas responsabilidades y del poder que te otorga para gratificar los buenos comportamientos de los miembros de tu equipo y disuadir de los malos. Lo contrario no es una buena noticia.
- El segundo consistiría en preguntarse a uno mismo si:
- Eres un referente como persona para los implicados en el proyecto. Si lo eres, tienes mucho ganado. De lo contrario, comienza a trabajar en ello.
- Te otorgan algún prestigio o reconocimiento profesional como para asumir el puesto de project manager. Si te lo reconocen, la cosa va bien. De lo contrario, tienes un gran trabajo por delante.
Como ves, hoy te han propuesto una situación que bien puede ser un «regalo envenenado» si no te esfuerzas en conseguir las respuestas adecuadas o una gran oportunidad para ganarte el puesto que deseabas desde hace tiempo. En parte depende de ti que sea una cosa u otra.
Publicado en septiembre en https://www.esic.edu/rethink/management/una-promocion-profesional-oportunidad-trampa