Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
“Lo que se lleva es tener lealtades y pasiones de recambio según las circunstancias”
Miércoles, primera hora. El director general nos ha reunido para soltarnos a little speech, como le gusta decir.
-Es época de cambios y esto parece que “ha llegado para quedarse”. Nos va exigir a todos grandes esfuerzos -se arranca el director.
Cuando hace referencia a todos es porque nos va a pedir algo. Si es para repartir, el todos desaparece. Cosas de la dirección, dicen.
-Ya hay personas “que se han puesto las pilas” en las nuevas formas de proceder. Eso se compensará. A partir de aquí, el comité de dirección liderará el proyecto de cambio -concluye escuetamente y se excusa por sus múltiples ocupaciones.
Bien, veamos, en el comité hay dos facciones: los clásicos y los fashion victim. De hecho, ambas llevan tiempo en la prédica del cambio de paradigma. Pero, ninguna de las dos aclara qué quiere decir con “ponerse las pilas”. Ahora está más de moda la segunda facción. Pero ya se sabe, en tiempos de mudanza la fama que adquiere rápida se pierde en un instante. También sé que las modas de ayer no son las de hoy y seguro que las de hoy tampoco serán las de mañana.
Como digo, si por “ponerse las pilas” he de entender que he de adaptarme por galones, preguntaré en qué temas y dirección. Si me dicen que sea resiliente, preguntaré si he de ser flexible como un junco o he de aguantar dócil y estoicamente un cambiazo. He de asegurarme.
Porque la facción más añeja tira del básico “es lo que hay” y “hay que aguantarse”; en cambio, la otra parte, la más fashion en estos manejos del management, apuesta por lo neo new age. Ya sabes, mindfulness y alineación de chacras. Pero todavía no sabemos que parte ganará.
A la espera de que esto se aclare, tengo dudas de por quién apostar: ¿por la del “aguante” o la de la “alineación de chacras”? Inclinarme por una de ellas demasiado pronto, me impedirá rectificar a tiempo en caso de equivocación. Probablemente lo acertado esté en mantenerme entre dos aguas, a la espera. Eso sí, ahí me expongo a que ambas partes me vean como enemigo. Nada fácil. Aunque, una decisión he de tomar.
Considerándolo bien, si este espacio neutral no garantiza la seguridad, lo oportuno será ponerse en cada momento de parte del que tiene más posibilidades de ganar; a expensas, eso sí, de cambiar de bando si se vislumbra que el otro puede ganar.
Parece un juego, ¿verdad? En cierto modo, lo es. Pues se trata de elaborar ese cóctel consistente en combinar, sobre una base de servidumbre hacia los que ganan, un poco de pasión pasajera por lo que está de moda y, sobre todo, bastante agilidad a la hora de cambiar de bando si las cosas van mal.
¿Docilidad en “ser según vayan los tiempos” o pericia en “verlas venir”? ¿Qué me piden exactamente?