Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
“La felicidad es ese momento bueno que hay entre dos malos”
Lo acabo de ver en LinkedIn, aunque todavía no me lo termino de creer. Pensarás que soy un poco escéptico, no te lo niego. Pero dime si no es para ello: una persona acaba de publicar, con su diploma correspondiente, que ha realizado un curso de “Felicidad permanente”. A priori te digo, que yo por si algo se pega del asunto, he dado a “compartir”.
Curioso y, debo confesarlo, un poco envidioso he sondeado qué he de hacer para contar con tan preciado título. Me han dicho que he hacer el curso. Sobre mis méritos no me han preguntado nada. Supongo que con pagar es suficiente.
Bueno, diligentemente me he matriculado y estoy ansioso por empezarlo. También un poco nervioso, lo confieso. ¿Te imaginas un curso así?, ¡qué nervios! Tú allí, con tus miserias cotidianas a la espera de ese preciado diploma de feliz permanente. ¡Ojo! Que no es un poquito feliz o un ratito feliz, es feliz permanente. Confieso que a mí me habría gustado más tener ya el de “feliz perpetuo”, pero ese es de nivel más avanzado. Vamos, todo un proceso.
También me he interesado por si el título está acreditado y me han dicho que están en ello; que la ADAV (Asociación de Dichosos, Afortunados y Venturosos) lo hará para la próxima edición. He entrado en su web y sondeado en la pestañita “qué hacemos” y he visto que son grandes distribuidores de felicidad. Y eso, claro, ya es una garantía. Además, en el “quienes somos” está todo el equipo, allí, con sus caritas de felicidad. Eso sí, un poco apagada e inane. El pasárselo de lo lindo debe ser para un nivel muy, pero que muy avanzado. Aunque, como te digo, todo es empezar.
Pero bueno, la felicidad siempre merece la pena y yo, aunque sea a modo de aquellas indulgencias y bulas que comercializaba la Iglesia, quiero disponer de mi titulito de Feliz permanente. Lo mismo que aquella ponía en circulación sus excedentes de santidad emitiendo títulos que, aun habiendo sido un poco malillo, te permitían ir al cielo; la ADAV, por un módico precio, también pone en tus manos su excedente de felicidad. Además de acreditártelo, te regala esa sonrisa entre melancólica y bobalicona del perpetuo feliz.
Aunque ya me he matriculado, tengo alguna duda. Por ejemplo: hasta ahora, entre dos días malos por un jefe agobiante y un compañero pelmazo, tengo algunos días en los que su ausencia me proporciona un sosiego que se aproxima bastante a la felicidad. Pero, y ahí viene mi duda, si a partir de mi acreditación soy feliz todo el tiempo, ¿distinguiré unos momentos de otros? Nadie me ha sabido responder. Y claro, distinguirlos, es lo que realmente me hace feliz.
Además, eso de feliz perpetuo, ¿no suena un poco aburrido? No sé, no sé. ¿Sigo adelante o pido que me retornen el importe de la matrícula? Tú, ¿qué me recomendarías?