Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
“Un líder lleva a la gente donde nunca habría ido sola”. Alguien más escéptico podría también añadir: “Y donde tal vez nunca debería haber llegado”
Seguro que te has levantado más de un día, te has mirado al espejo y te has dicho: ¡Pero qué pedazo de líder soy! Si en las proximidades está alguien que te quiere bien, habrá añadido eso de que eres un gran líder, que sin ti las cosas no avanzan. Bueno, independientemente de su objetividad, no dudes en admitir tan preciadas lisonjas.
Pero, hoy quería que reflexionáramos juntos sobre si el liderazgo es una característica de la personalidad o un rol a desempeñar en unas circunstancias determinadas. Aunque lo parezca, no es baladí la pregunta y, en consecuencia, tampoco sus respuestas. Veamos a donde nos abocan:
- Yo soy un líder nato y cualquier situación que se presente la abordo con solvencia.
- O hay circunstancias que exigen ser solventadas y el desempeño de un liderazgo eficiente forma parte de su solución.
Como ves, entre una u otra opción la diferencia existente no es de matiz, es de esencia. ¿Por qué te digo esto? Sencillo, desarrollemos ambas opciones:
- Yo como líder nato. La naturaleza ha sido generosa conmigo y me ha dado todas esas características que hacen de mí ese líder admirado. Bien, si soy ese “pedazo” de líder: tenderé a solventar toda situación que se me presente, esté solventada o no; marcaré hacia dónde ir, aunque el norte al que dirigirse ya esté claro; intentaré enfocar todos los temas independientemente de que estén ya enfocados; querré unir a todos, aunque ya estén unidos y caeré en la tentación de dar luz a situaciones que están sobradamente iluminadas. ¡Es mi naturaleza! Como diría el escorpión a la rana.
Si esto sucediera así, en la mayoría de las situaciones probablemente erraría con mis propuestas ya que no tiene sentido solventar lo que está solventado, unir lo que está unido y aclarar lo que ya está claro. En otras palabras, nadie me ha pedido nada, nadie necesita nada y nadie espera que haga nada. Es decir, que puedo irme con mi liderazgo a otra parte. Vamos, que “no quieras ser el novio en todas las bodas”.
- Las circunstancias exigen un liderazgo. Esta opción se da cuando hay una situación que solventar, un desenfoque del norte al que dirigirse, un desconocimiento en cómo organizarse, una desunión manifiesta entre los implicados y una oscuridad en los planes de acción. Si la situación reúne todas o la mayoría de estas características podríamos decir que exige que alguien, o varios, desempeñen un rol, el del liderazgo, consistente en desplegar una serie de conductas que tiendan a solventar la situación marcando un norte al que dirigirse, organizando lo desorganizado, uniendo lo desunido y aclarando lo que se ha de hacer.
Bien, si al menos estás en parte de acuerdo con la anterior descripción, convendrás conmigo que son las circunstancias las que reclaman el desempeño de un rol, el del liderazgo en este caso, y no un “líder andante” que va por ahí buscando “desfacer entuertos”.
Bueno y entonces, ¿qué hago yo con esa imagen de gran líder que me ha devuelto el espejo y que me ha ratificado alguien que me quiere bien? Mi recomendación iría en la siguiente línea:
- Identifica si hay una situación que exige ser solventada.
- Comprueba que las personas implicadas en ella no están capacitadas para abordarla.
- Verifica si las partes destinadas a resolver la situación están en conflicto
- Comprueba si no hay ningún plan de acción ya destinado a solventarla.
Si existe una situación problemática y ninguno de los implicados está capacitado para resolverla, la exigencia de un liderazgo que ayude en su solución es manifiesta. Si la situación no fuese problemática, mejor dejarla como está. Probablemente intervenir sería contraproducente.
Pero, partamos de que sí se dan las circunstancias para intervenir, ¿se han acabado ahí todas las recomendaciones? No, como te puedes imaginar. Te propongo un par de ellas:
- Comprueba que no estas padeciendo un ataque de narcisismo. A veces los espejos son traicioneros y reflejan aquello que queremos ver.
- Escucha la opinión de aquellos que no tienen un interés directo en ti. La probabilidad de que los próximos se vean impelidos a ser generosos contigo es muy grande. Sé que es agradable, pero no siempre conveniente fiarse de dichos halagos.
Finalmente, imaginemos que la situación existe y que tú eres ese líder que se necesita. Perfecto, me dirás. Asumes el reto con valentía y dedicación.¡ Faltaría!. Y yo te animaría a que así lo hicieras. Seguro que el resultado será el deseado.
Pero, y nunca falta un pero, una vez acabada de liderar con éxito una situación, ¿podrás tomar un par de cautelas antes de abordar la siguiente? A saber:
- ¿Serás capaz de diferenciar entre tus deseos de liderar y situaciones que así lo exijan? Lo contrario puede suponer que, tus propuestas, además de no ser necesitadas, sean indeseadas.
- Si no hay situaciones que solventar, nortes a los que orientar y personas a las que unir, ¿qué vas hacer?: ¿Estropearás situaciones que funcionan para poderlas arreglar?, ¿oscurecerás lo que ya está claro?, o, ¿desunirás lo que ya está unido?
La tentación es grande porque, como ya puedes imaginar, ¿qué hace un pedazo líder como tú sin una situación que liderar? Pues, se busca una y, si no la encuentra, la crea. Así de sencillo y así de peligroso.
Publicado el 21 de junio de 2021 en: https://www.viaempresa.cat/es/economia/lider-organizacion_2153762_102.html