Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
“Quien no encuentra satisfacción en sí mismo la buscará en vano en otras partes”. Rochefoucauld
¡Este año voy a ser una persona nueva, virtual, pero nueva! Vamos, que estoy decidido a abandonar mi vetustez y pasar al hikikomori digital.
¿Te preguntas por qué? Bien sencillo: me han dicho, que si no tienes un perfil digital potente es como que no existieras. Además, estoy harto de tomar notas en mi libretita. Que sí, que es una Moleskine y el bolígrafo un Montblanc. Pero convendrás conmigo que muy moderno no es.
Lo mío va a ser un cambio radical: me haré un selfie en cada sitio que visite y lo subiré a Facebook. Aunque técnicamente es sencillo, el esfuerzo estético y emocional de parecer guapo y feliz en cada momento, no lo es tanto.
Además, me comentan, que funciona muy bien subir a Instagram pruebas de lo novedoso que eres y que fotografiar lo que comes es una gran solución. Pero no todo, claro. Unos macarrones, aun estando exquisitos, no dan el nivel. Algo de fusión, confusión o rarito tiene más posibilidades.
¡Ah! También me han recomendado un uso intensivo del whatsapp. Pero hay que saberlo aprovechar. Vamos, que un ¿Qué tal estás? como saludo, está bien; pero demasiado sosete. Una abreviatura en inglés es lo más. Ya sabes, un How R U? te da mucho más nivel. Además, me informan que puedes subir fotos tuyas con orejitas de conejo y perilla hechas con un programa muy socorrido que corre por la red. Aunque esto, claro, es para los más atrevidos.
Para mi vertiente profesional me recomiendan linkedin. Pero con cien contactos no hago nada. Que comenzaré a tener cierta presencia a partir de los quinientos. Aunque superar los tres mil ya te da cierto predicamento.
Pero lo más en la virtualidad, si te atreves, claro, es Twitter. Venga, a twittear de todo. No obstante, me han comentado que he de vigilar con lo del twiteo y el retwiteo; que se ve mucho descerebre que la acaba liando.
Y, para completar, y esto en vivo, me recomiendan apuntarme a alguna actividad de riesgo o algo rarita. Dan mucho juego: para lo digital, son una fuente inagotable de fotografías de lo más tonto y disparatado. Y, en lo social, son la perfecta disculpa para aburrir a amigos y conocidos contándolo como algo verdaderamente extraordinario.
Ya ves, déjame seis meses y seré otro, no sé quién, pero otro con muchos likes, contactos y followers. Aunque, me asaltan algunas dudas: ¿me reconoceré yo mismo?, ¿seré algo más que una mercancía fácil de vender y de comprar en la red? Y, finalmente, ¿me tendré que cambiar de móvil porque el actual se quedará sin suficiente memoria para tanta actividad?
¡Qué lío! El no reconocerme a mí mismo, pase. Pero, ¡qué pereza tenerme que cambiar de móvil!