¿De qué o de quién desconectas en vacaciones?

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

bombilla«Las vacaciones terminan cuando comienzas a añorar tu trabajo».  Fishbein, M.

Te diría que lo que necesito es desconectar del trabajo, aunque si lo hago, te mentiría. El trabajo me gusta. Lo que deseo es alejarme durante un tiempo del entorno de trabajo. Adiós a la colaboración, hasta luego a la sinergia, descanso a la creatividad y, sobre todo, vacaciones al engagement sideral.

– ¡Uff! ¡Qué ganas de vacaciones tengo! –dije.

– ¿Mucho trabajo en estas fechas? –me pregunta el cliente mientras le atiendo.

– Sí, mucho. Ya sabes, intentando cerrar todos los asuntos antes de irnos.

– Echarás en falta el trabajo durante todo este mes –sentencia a la vez que añade-. Yo solo hago quince días: no soy mucho de playa y la montaña nunca fue lo mío.

Me hubiese gustado decirle que el sol me gusta, pero no tanto el calor ni la arena asociada a la playa. También disfruto de la montaña, pero sin exagerar.

– Lo que tienen de bueno las vacaciones es que puedes pasarlas en familia –continúa.

Lo de la familia suena bien: visitas el lugar parental. Alguna escapada a un lugar exótico “como cuando éramos novios” mientras les empaquetamos dos ricuras de niños a los abuelitos que intentan practicar ese deporte de riesgo que supone encajar la educación “a la moderna” de los nietos con la vetustez  de sus tradiciones.

– Sí, sí. Es lo mejor que tienen las vacaciones -añadí.

No me atrevo a decirle que el mes de convivencia no está exento de momentos de cohabitación combinadas con otros de total hostilidad. No se trata ahora de romper el buen discurso de las vacaciones. Además, él también lo sabe, sino ¿de qué se coge sólo quince días? No obstante añado:

– Yo no despreciaría poderme ir unos días solo a descansar.

He evitado decir aquello que dicen las parejas saturadas de “necesitamos un tiempo para reflexionar”, más que nada por el final que acostumbran a tener estos episodios. Mi única pretensión es evitar durante estos días cambiar al jefe por la suegra, que llegado a ese extremo no sé con quién de los dos me quedaría; a los compañeros por los cuñados que, como bien sabes, nunca los has seleccionado tú; y a los clientes por los hijos y la pareja que no se cansan de hacer peticiones y permanentes reclamaciones.

– Lo mejor es disfrutar del paisaje y de la gente -concluye.

– Sí, claro. Es lo mejor.

Esto último me turbó un poco porque lo del paisaje, lo domino. Ya sabes, campo o ciudad, mar o montaña. Pero lo de la gente…, me hace recordar al vecino presumiendo de sus éxitos, al colega de vermut dándome la chapa con sus teorías, al pesimista que va de realista, al aventurero patológico con sus ansias de involucrarte en aventuras para las que ya no estoy preparado. Y siempre, siempre, a ese vecino de caña tardía en la terraza de debajo de la ventana de tu habitación que cree que el fundamento de lo que dice tiene alguna relación con el volumen al que lo dice.

Print Friendly, PDF & Email

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*