Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
No todo el mundo crece del mismo modo en la carrera de existir. Percy, A.
Mi nombre es Pedro. Hace varios años trabajé aquí y, aunque me lo temía, no deja de sorprenderme la situación en la que ahora me encuentro. ¿Qué por qué?
-¡Hola Pedro! -me saluda mi antiguo compañero. ¡Cuánto tiempo sin verte! ¡Qué caro eres de ver! Claro, desde que te promocionaron ya no bajas a las trincheras.
Me lo esperaba, pero aún así me fastidian esas frasecitas cuando las oigo.
-¡Hola¡ ¿Qué tal?, me alegro de verte –respondo.
-Te veo, no sé, como muy diferente. Es que el cargo acostumbra a cambiar mucho a la gente.
Su tono me suena a una mezcla entre nostalgia y envidia, aunque creo que más lo segundo. Pero hago como que no lo he notado. Le explico que yo soy la misma persona, que ahora tengo otras funciones, otros compromisos y, en suma, otras responsabilidades. Mi esfuerzo es baldío porque él arruga el ceño y continúa:
-Ya, pero ahora se te ve diferente. ¿Sabes? Te codeas con la gente importante de la empresa y no te dejas caer por aquí. ¡Fíjate que traje llevas ahora! – añade elevando la voz-, y no te aflojas la corbata ni a tiros.
Llegado a este punto no sé qué contestar y, aunque lo supiera, tal vez no conseguiría nada con ello. Sé que es buena persona, pero creo que es de esos que esperan que sus amigos de la infancia todavía sean niños y vistan pantalones cortos cuando él vuelva a encontrarlos después de muchos años.
Intento desviar la conversación de cualquier tema que haga referencia a mi cargo actual y caigo en aquello tan socorrido de los “viejos tiempos”. Los ¿recuerdas cuándo…? y los ¿qué sabes de fulanito? se suceden. La conversación se plaga de batallitas, algunas de ellas sucedidas y otras tantas imaginadas. Son el funeral de un pasado pero no estoy seguro de que sean el nacimiento de un futuro. Estaba en estas reflexiones cuando me suelta:
-¡Ah! Por cierto, como ahora eres el que manda en estos temas, bien podrías reducir los objetivos que nos han puesto y eliminar ciertas obligaciones.
-Bueno, claro, si. Miraré a ver qué puedo hacer.
Confieso que me ha cogido por sorpresa. Él, que hasta hace un momento parecía anclado en un pasado edénico del que me acusaba haber desertado, no tiene inconveniente en desertar rápidamente de él.
No es posible –pienso. Me está reprochando haber cambiado. Cosa que no estoy en condiciones de negar o afirmar, pero lo que sí puedo decir es que esas personas que te reprochan que hayas cambiado respecto a ellas, a veces ellas no tienen ningún inconveniente en cambiar respecto a ti.
Antes, en los “viejos tiempos”, el viejo compañero te habría pedido algo apelando al principio de reciprocidad. Ahora no. Ahora eres al que la fortuna le ha sonreído y se le pueden “sacar cosas” apelando a un pasado idealizado y no proponiendo ningún futuro constructivo.
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