Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
El secreto de la vida es la honestidad, si puedes simular eso, lo has conseguido.” Marx, G
Lo reconozco, había subestimado al jefe. Ya sabes, mucho cargo y poca cabeza, pensé. Pero ahora sé que de ambas cosas tiene mucha. Aunque, eso sí, no siempre bien coordinadas. Pero esto es solo una opinión.
Te preguntarás por qué reconozco ahora mi error de juicio. Lo hago porque, tras dos performances en busca del alma departamental, no la hemos encontrado. Pero él sí que ha mejorado su creatividad: su vocabulario se ha ampliado y su mundo, y el nuestro, transformado. Aunque no sé si mejorado.
No te voy a cansar diciendo cómo domina el llamar al subordinado, colaborador; a los jefes, líderes; a los despidos, desvinculación; y al favorecer a los amigos y pelotas, promocionar a los más capaces. En eso ya era un crack. Ahora, su creatividad no se queda en idear palabritas farisaicas, sino que él solito ya crea frases enteras con la misma finalidad.
Él necesita que todos nos esforcemos, de ahí su anuncio de que “la lucha nos conducirá a la gloria de los resultados”. Los suyos, evidentemente. Si su posición mermara en el comité de dirección, y ello no le aconsejara la lucha, perfectamente nos recomendaría “la conquista pacífica” de todo el terreno que podamos arrebatar a otros departamentos. No dudará en lanzar soflamas sobre la felicidad en el trabajo, la experiencia de cliente, la paridad e igualdad de oportunidades. Vamos, invocará todo aquello de lo que pueda sacar rédito. A nosotros nos dice que el empoderamiento nos conducirá a la excelencia. Y qui nos tienes, marchando a la conquista de la gloria. Faltaría.
Lo suyo son los fuegos de artificio, el dar color a lo que quiere conseguir y el meter en calor a los que nos hemos esforzar en conseguírselo. Y ahí estamos, agotados dejándonos las pestañas por nuestro jefe, perdón, líder y manipulados por el color que da a las cosas, por sus palabras bonitas y por sus convencionalismos y principios de mercadillo.
Es de reconocer su inteligencia: nos cautiva con simples malabarismos y mucha verborrea. Con unas palabras, en el momento oportuno y colocadas en el sitio clave, ahí nos tienes, trabajando por su causa. Es admirable su habilidad dando nuevos nombres a las cosas viejas. Esa es la inteligencia a la que me refiero.
Lo suyo es un work in progress de subterfugios lingüísticos: si en algún momento se contradice, ¡voilà!, una nueva frasecita justificará lo propio y lo contrario. Como ves, los suyo es dominar y permanecer. Lo nuestro, después de las performances, es un “salir con la cabeza caliente y los pies fríos”. O lo que es lo mismo: un avanzar gloriosamente hacia el duro trabajo diario. Nuestro sitio, vamos.
Como ves, el Zen y el Jumpim Jack no producen el mismo efecto en los jefes que en los subordinados, perdón, colaboradores.