Por: Marisol Asenjo – Directora – Asociación Electrotécnicas Española
“Del dicho al hecho, va un buen trecho”. Conviene recurrir a la sapiencia del refranero castellano para poder responder al reto de la “paridad profesional”.
Estamos inmersos en un ambiente laboral y profesional en el que la pretendida paridad no deja de ser una entelequia, llena de buenos deseos pero con una realidad muy mejorable. Tanto a derechas como a inversas, sigue existiendo un considerable desequilibrio entre ocupaciones claramente masculinas y femeninas. Así como es normal que
ciertos oficios y ocupaciones laborales utilicen la denominación masculina o femenina en función del género, se da la paradoja de que el progresivo protagonismo de la mujer en ciertas actividades profesionales no viene acompañado de una denominación más acorde con su género.
En el mundo de la judicatura o de la medicina o de la ingeniería, sigue utilizándose el término “médico”, “juez” o “ingeniero”, cuando el número de profesionales femeninas es cada vez más alto. Sin llegar a extremos casi ridículos como aquello de “miembros y miembras” de la ministra que no voy a mencionar, sería conveniente reflexionar en torno a la evolución de los usos y costumbres profesionales
En un terreno próximo al de mi actividad habitual, puedo citar un hecho poco conocido y es el referente al nombre de la Escuela antes llamada de Ingenieros Industriales de Barcelona. Quien pase por la parte alta de la Diagonal de Barcelona podrá observar que la Escuela se llama “de ingeniería industrial” y ello se debe a la posición (y oposición) razonada de un grupo de alumnas que no se resignaron a la decisión de las autoridades académicas del momento. Afortunadamente, se evitó aquello de “ingenieros/as” tan socorrido antes de la penosa utilización del grafismo “@” como la conjunción de la “O” y la “A”.
Si algo está claro es que los hombres y las mujeres presentan unas diferencias más allá de las formales, de todos conocidas. La sensibilidad, la empatía, la constancia, la capacidad de sacrificio, la dicho coloquialmente, “tendencia a ir al grano”, son características diferenciales muy a tener en cuenta, entre hombres y mujeres. No pretendo, con lo indicado, establecer escalas de valor diferentes, si no manifestar que las diferencias existen y deben ser tomadas en consideración.
En mi opinión, la mujer debe aportar su forma de ver las cosas, sin inspirarse ni copiar los modelos masculinos y mejorar y enriquecer el mundo profesional a través de sus peculiaridades y aspectos diferenciales antes citados.
Debemos abandonar, por ejemplo, estereotipos relacionados con la indumentaria y otros aspectos formales, como es el clásico “traje chaqueta ejecutivo” o el “moño de doña Clotilde” de los antiguos tebeos.
Y hablando del moño, ya va siendo hora de que esta “demi humanidad” femenina nos vayamos soltando el pelo.