Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo. Freud. S.
Son las doce de la mañana y no lo aguanto más. A ver si con un café se me pasa la tontería o termina de agravarse.
-Hombre, ¿cómo tú por aquí a estas horas -me dice “el cafetales”. Se lo llaman porque “vive” literalmente junto a la máquina.
-¡Puff! Es que tengo una mañanita -digo mientras saco un café-. El tema…, bueno, algo que en algún momento tenía que suceder; pero que no por esperado enfada menos.
-¿Y eso?
-El jefe está de viaje y ahora tenemos al sustituto.
-¿Y qué le pasa a ese?
Confieso que inicialmente pensé que sólo era un “mal rollo” hasta que acoplásemos nuestras pautas a las suyas, pero el asunto tiene más calado. Por ello respondo:
-Eso me gustaría saber a mí.
-Seguro que son pequeños problemillas fáciles de solventar -me dice.
Me gustaría creerle, pero es que no es persona de ideas excesivas. El simple manejo de unas cuantas a la vez puede provocarle una congestión con graves consecuencias. Y eso, claro, cuanto hay complejidad y urgencia complica las cosas. No obstante, le digo:
-Agradezco tus palabras, pero no creo que sea tan fácil.
-¿Por qué crees eso?
Dudo en decirle que no sé por qué se permite que un simple como él ejerza funciones de jefe, aunque sea por ausencia. Pero, claro, comparado con algunos personajes que idolatramos en estos tiempos, un jefecillo inconsistente es una crueldad asumible. No obstante, respondo:
-Porque padece esa enfermedad que sus efectos no los sufre él, sino todos los que estamos a su alrededor.
-¿Eso que significa exactamente? ¿a qué enfermedad te refieres?
-Los efectos ya los ves en mí. La enfermedad es de esas que le encuentran el gusto al juguete de mandar y se dedican a repartir órdenes a diestro y a siniestro.
-Seguro que exageras, no será tan grave como lo pintas -me dice contemporizando.
Me da rabia que utilice ese tono conmigo. Para él es fácil verlo de ese modo desde su puesto-casi-fijo en la máquina del café. Por ello le pregunto:
-Para empezar ¿qué objetivo tiene que existan estos personajes en la organización?
-Cumplirán su función, supongo.
-Segunda ¿por qué son ajenos e inmunes al lío que generan?
-Ahí estás especulando. Eso, tú no lo sabes.
-Tercero ¿por qué yo me preocupo y padezco de ansiedad cuando las cosas no salen bien mientras él duerme toda la noche a pata suelta?
-No sigas por ahí -me dice-, porque probablemente la respuesta será que aquí el idiota no es él sino tú. Pero bueno, eso implicaría que ya estás en vías de ser feliz. ¿Sientes ya la felicidad?