Entre la coba y la lambada

Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem

cola_lambada2Uno puede defenderse de los ataques; contra el elogio se está indefenso. Freud, S.

Se ríe tontamente por nada. El lambón peinado a raya tiene una hilaridad casi insultante que hace que se sacuda su rolliza figura cuando ríe. Su risa aparece casi sin motivo, automáticamente. El veterano en dar coba, me dice:

-En esta empresa nunca salgas al pasillo sin un expediente debajo del brazo. Mírame a mí –continúa riendo-. Tienes que ir por donde acostumbra a estar el jefe y aparentar que estás muy ocupado.

-¿Y eso? –pregunto.

-Se trata de que te vea con una carpeta y poner cara de prisa –añade-. Si vas sin nada puede sospechar que estás ocioso. Y eso no te favorece.

Observo como sobreactúa aparentando hacer que hace, envidió esa maestría que tiene para escabullirse alegando que está desbordado. ¡Es su forma de decir que no cuentes con él! Lo admiro. Es un artista del escaqueo, aunque no tengo claro que yo llegue nunca a alcanzar semejante nivel. Me falta pericia. No obstante me atrevo a aventurar:

-Bueno, si eso es todo, creo que podré intentarlo.

-¡Ah! Se me olvidaba –continúa el sonriente cobista-. Eso no es todo: siempre has de llevarte trabajo a casa, pero se han de enterar de que te lo llevas. La mejor forma es enviar emails a horas intempestivas, así darás la impresión de que trabajas non-stop.

En estas, tengo un ataque de bien pensante y por mi cabeza pasa la idea de que salir tarde del trabajo podría cuestionar mi eficiencia, que quedarme hasta muy tarde alegando urgencias podría ser síntoma de falta de planificación.

-¿No crees que eso puede ser contraproducente? –me atrevo a cuestionar.

Pero no, mi compañero cobista me dice que todo lo contrario, que es una forma de demostrar mi compromiso con la empresa.

-Porque, -continúa el cobista-, nada, lo que se dice nada, no haces. Hacer tienes que hacer. De hecho, se trata de parecer que haces algo serio realizando trivialidades. No te creas, no es cosa fácil -sentencia.

-Bueno, ¿y cómo lo hago? –pregunto.

-Se trata de que te involucres en aquellas actividades de mucho nombre y poco contenido que agradan al jefe. Eso sí, procura que sean de esas que le permitan marcarse un tanto ante la Dirección. Vamos, eso y estar siempre disponible para cualquier cosa que pida.

-¿Algún ejemplo? –reclamo.

-Sí, claro, muchos. Fíjate en mí –me dice mientras se ríe.

Ha pasado un mes desde aquella conversación y observo en mí que por cualquier motivo envío emails a todos a todas las horas y también los recibo, asisto a reuniones en las que no sé bien, bien por qué estoy allí pero aparento que es clave mi presencia, organizo información de dudosa utilidad pero siempre afirmando que es urgente y estratégica. Me va bien, el jefe me tiene en alta estima, pero yo, ¿cómo te diría?, siento que estoy instalado en la vacuidad trepidante más absoluta.

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