Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
La técnica por sí sola no basta. También hemos de saber cuándo aplicarla. J. Goodall
Esta mañana estoy decidido a hablar con el jefe, lo quiera o no. Llevo varios días intentándolo, pero su secretaria siempre me da largas alegando alta ocupación.
-Este tío siempre se me escabulle -refunfuño.
-Te veo contrariado. ¿Qué te pasa? -me pregunta Martínez, mi compañero.
-Llevo varios intentando hablar con el jefe, pero no hay manera.
-Deberás abordarlo de un modo menos convencional. Sin pasar por su secretaria.
-Estoy maquinando la fórmula, pero no se me ocurre ninguna.
-Si te va bien, yo he asistido a un workshop, similar a un cursillo de los de antes, pero con más empaque. Me enseñaron una técnica con su nombrecito en inglés, claro. Creo que era algo así como “elevator piss o pitch”, aunque no me quedó demasiado claro. Debo decir en mi defensa que yo no soy mucho de idiomas.
-Yo es que de inglés tampoco estoy muy puesto.
-No, no te preocupe, en inglés sólo está el nombre. Ya sabes, ese sesgo anglófono le da un toque pragmático a cualquier cosa que nombre.
-¿Y funciona?
-Me afirmaron que era infalible con los jefes escurridizos.Te mando unas pautas por email y, ya sabes, en cuanto veas al jefe ¡zas! se la aplicas.
Me sigue comentando que el punto fuerte de la técnica no es que se deba ejecutar en un ascensor, como podría deducirse de su nombre. El lugar es indiferente siempre que obligue a tu interlocutor a permanecer un minuto allí, sin posibilidad de escapatoria. La clave está, por tanto, en que la brevedad de su ejecución.
Permanezco sentado en mi mesa, con un ojo puesto en la pantalla del ordenador y otro en la puerta del despacho del jefe, esperando a que salga. Sé que en algún momento lo hará. La necesidad obliga.
De repente, se abre la puerta y sale, con cara de cierto apuro, en dirección al lavabo. Esta es la mía -pensé-: brevedad en la ejecución y lugar que no deja escapatoria. Por cortesía, espero un par de minutos y voy detrás de él. En el mismísimo lavabo, simulando que me lavo las manos y aprovechando que él está haciendo lo propio, le suelto de un tirón y sin respirar:
-Jefe. ¿Recuerda la propuesta que le hice? Es muy novedosa y con ella la compañía podría mejorar sus resultados. Sin ella nos quedaríamos obsoletos en poco tiempo. La mayoría de empresas como la nuestra ya la han adoptado con grandes beneficios. ¿Le parece bien si acordamos una reunión para abordar los detalles?
-Respire, respire, -me responde-. Veo que Martínez está siendo muy solidario al compartir la tecniquita con los demás, pero piense, no me sea un simple replicante, que, aunque el tiempo de ejecución sea breve y el lugar casi indiferente, ya me dirá usted como, en la circunstancia que nos encontramos, nos damos el apretón de manos.