Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
Proscribamos los aplausos, el espectáculo somos nosotros. Jim Morrison
Han pasado dos semanas desde que anunciaron que nuestro jefe se marchaba. Los que le tenían cierto aprecio dicen que es porque quería disfrutar de la vida.
– ¿Tan mayor era? -me pregunta mi nuevo compañero mientras sorbe su café.
-Aunque no lo aparentaba, ya tenía ya cierta edad -respondo.
-Y ¿qué tal con el nuevo?
-De momento bien. Aunque no le gusta que le llamemos Jefe. Prefiere denominarse “el compañero con mayor responsabilidad. Creo que quiere alejarse de la rigidez del término.
-Cuenta, cuenta ¿Cómo es?
– Más moderno. Jerséis con coderas, cuellos sin corbata y zapatos de ante. El ambiente de la oficina ha abandonado el toque de marcialidad que tenía.
-Estaréis contentos ¿No?
– Los más veteranos dicen que “ya no es lo que era”; que ha desaparecido la simbología que indicaba quién mandaba. Ahora todo es más diluido y mediático, diría.
-¿Y eso?
– Mira, el nuevo jefe ha formado un grupo en wasap en el que nos lo contamos casi todo, otro grupo en Facebook para subir fotos y novedades que van más allá de lo profesional y, por supuesto, ha abierto en youtube para subir los vídeos de comidas y cenas de empresa. Todo un espectáculo.
-Pues sí que sois electrónicos.
-Bueno, ya lo éramos un poco. Siempre que enviábamos un email, lo hacíamos con copia a otras tantas personas. Ahora, como te diría…, somos más mediáticos. Cualquiera puede contemplar lo que hacen los demás. Hasta puedes ver el vídeo de la última cena de empresa; otra cosa es que no quieras reconocerte en esa imagen del karaoke cantando con voz afectada por los chupitos. Vamos, que tenemos una sociabilidad espectacular y rápida.
– Ya veo. Estáis enchufadísimos.
-Y tanto. Todo está a la vista. Puedes ver al Jefe en camiseta compartiendo mesa con los demás en el comedor, con el disfraz de carnaval en esa semana de febrero tan dada a la transgresión superficial. Las redes han pasado de ser una opción en nuestras vidas a ser “nuestras vidas”.
– Se diría que vivís “sin jefe” y en un ambiente divertido y mediático -me comenta.
Le respondería que ahora no tenemos Jefe a la vieja usanza, pero si un “gran hermano”. Tampoco tenemos el empaque propio de una sociabilidad más clásica, pero nos hemos convertido en los protagonistas de un espectáculo mediático y no siempre de primera calidad. Lo intentaría, pero tal vez no se lo sepa explicar.
Solo sé que en algunos momentos añoro cuando el jefe llegaba y tenía un aparcamiento reservado y su despacho estaba en la planta superior. Allí, localizado y observable. Ahora somos nosotros los localizados y observados. Vamos, agotador.