Por: Alejandro Martin – Socio Director de TDSystem
«En un mundo sin estúpidos, nadie se reiría» Morley, Ch.
Siempre había entrado temprano al trabajo. Las ocho de la mañana eran sagradas: aparcar, el cafetito con los colegas, desperezarme,… Todo un ritual. Ahora, ya sabes, me codeo con los jefes. No soy tan jefe como ellos, pero si un poquito. Entiéndeme, soy un recién llegado.
-¿Qué tal? Desde que eres jefe, no te vemos mucho el pelo a la hora del café -me espeta en el pasillo un excolega a modo de reproche a la vez que se mete con mi franca calvicie.
-Si, ya sé. Es que ahora voy liadísimo. El trabajo de jefe tiene su intríngulis: las reuniones y todo ese jaleo hace que salga muy tarde y, por la mañana, me cuesta llegar temprano.
-¿Quieres decir que los jefes tenéis otro horario porque jugáis en otra liga?
-Disculpa, no he querido decir eso. Simplemente que la funciones son más complejas y los horarios más complicados.
-Vamos, que lo vuestro es el manejo de la complejidad y la complicación. Temas sólo para gente inteligente, ¿supongo?
No, no es eso. De hecho, ser jefe no significa ser más inteligente. -digo intentando quitar hierro al asunto. Le conozco y sé que quiere que entre al trapo.
– O sea -continúa- ¿que también dentro de los jefes podemos encontrar algún que otro tontito?
Lo veía venir y me gustaría decirle que también hay algún jefe cuya memez ya apuntaba maneras en su nacimiento, que otros alcanzan un elevado grado de necedad al poco de asumir el cargo. Obvio a aquellos a los que la estupidez se les adhiere a la piel cual ventosa, hagan lo que hagan. Es como su sino. En cambio, respondo:
-No diría tanto. Simplemente sugiero que son humanos y, como tal, bien pueden tener momentos poco gloriosos.
Evito echar gasolina al fuego y me callo que, algunos jefes, esos momentos se los “curran”. No es que hayan heredado su simpleza, ni tan siquiera que otros les hayan influenciado para agrandarla. Ellos solitos, con dedicación y esfuerzo, han llegado a un nivel de récord.
-Bueno, bueno. Veo que no te quieres mojar mucho. Corporativismo, imagino. Ya me irás contando como se vive en esos mundos glamurosos del managent. A los que vivimos a ras de tierra nos están vetados tales placeres -dice despidiéndose con cierta sorna.
-Si, perfecto. Vamos hablando -respondo con ganas de liberarme de su pressing.
Mientras veo como se aleja pienso si debería recriminarle los dardos que lanza contra los jefes, yo también lo soy un poquito, o bien debería agradecer que lo haga porque uno de los efectos secundarios de la jefaina es que seas el último en descubrir la estupidez que te embarga si abusas de ella ¿Tú qué harías?