Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
La verdad, sino es entera, se convierte en aliada de lo falso. Javier Sádaba
Nunca he sido muy aficionado a utilizar términos que no acabo de entender su significado. Al principio pensé que era porque soy un poco alérgico a las modas, y tal vez haya algo de eso, pero me he propuesto modernizarme. Mi problema ahora no está tanto en su uso, sino en su comprensión. Aunque si hay que utilizarlos, allá van. El jefe manda.
-Sí que estás pragmático a estas horas de la mañana -me dice mi compañero.
-No creas. Es que tenemos al jefe que nos ha pedido que renovemos el vocabulario. Nos ha dicho que la expresión: “dejarse la piel” tiene fuerza, pero que ya está un poco anticuada. Ahora, nos comenta, es preferible utilizar la palabra “engagement”.
– Y eso, ¿qué significa?
-Supongo que algo parecido a “dar el máximo de sí mismo”, pero en más moderno, claro.
– ¿Más moderno?
-Por supuesto. Lo de “dejarse la piel” implicaba “sudar la camiseta” y poquito más. Vamos, todo muy físico.
– ¿Y eso del engagement va más allá?
– Y tanto. Como te diría…, sin simplificarlo demasiado: En el engagement, no es suficiente con “dejarte las pestañas” en el proyecto, ahora has de tener una conexión emocional con el proyecto, con la organización. O sea, sentirte orgulloso de pertenecer a ella.
-Toda una implicación afectiva por lo que veo. Pero ¿y la empresa respecto al colaborador? ¿también se tiene que emocionar con el colaborador y sentirse orgullosa de tenerlo en nómina?
-Creo que sí. Al menos es lo que dice el jefe. Pero…
-¿Pero qué?
-Bueno, el jefe siempre dice que debe existir un compromiso moral. Es decir, que el empleado ha de responder de forma comprometida a las oportunidades de desarrollo que le proporciona la empresa. Ya sabes, todo eso del empowerment, supongo.
-Sí, sí. Ya entiendo. Eso suena bien, pero son términos bastante vacuos ¿no crees?
Le diría que sí. Que hasta la fecha de lo único que los ha llenado el jefe es de todas esas cosas que él juzga beneficiosas para la empresa. Pero que los beneficios para el empleado o están bastante difuminados o quedan para futuros desarrollos. No obstante, respondí:
-¿Cómo te lo diría?, el jefe, cuando los utiliza, pone mucho énfasis en cómo trascienden los valores de la empresa a través del engagement y del empowerment. Vamos, que se emociona y se pone poético, cuasi filosófico.
– ¿Y eso es malo?
-No, claro. Podría ser hasta bonito si su poética se correspondiera con su praxis diaria.
– ¡Ah! ¿Y no siempre se corresponde?
Aquí tengo un dilema: ¿es el jefe un truhan poético que le da a la filosofía para justificar lo que hace y camuflar lo que debería hacer y no hace o, simplemente, no puede sustraerse a la moda y cae en tentación de la nadería? Ayúdame, ¿tú qué crees?