Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
«La mejor forma de convertir una debilidad en una fortaleza es confesarla». Goldstein, M.
Hoy tengo una inspección. O quizá es mañana. No lo sé. He recibido una citación: “El servicio de sanidad de la ciudad pasará a inspeccionar su taberna. Tenga todo dispuesto a tal efecto».
No diré nada a los parroquianos para no crear alarma. Quizás sea así mejor…
Estaba Moe abstraído, cuando Barney lo asalta:
-¡Oye Moe! Te veo muy pensativo. Deja de pensar en tu nuevo proyecto de taberna y ponme una cerveza.
-Va, Barney –responde Moe- ¿Qué marca prefieres?
– ¡Cómo! ¿Que qué marca prefiero? –increpa Barney- pues la de siempre!. Como si no conocieras mis gustos desde hace un siglo, je, je, je, -se ríe mientras se dirige a su mesa tambaleante.
-Esto no puede continuar así –piensa Moe mientras se levanta a servir la cerveza-. Las cosas no cambian si sigo haciendo lo mismo con los mismos. Tengo que sobreponerme, acabar con esta locura.
En estas, se abre la puerta de la taberna y entra un personaje trajeado escudriñando entre los asistentes para averiguar quién podría ser el dueño. Pronto lo descubre por la cara de agobio que pone Moe que acaba de sacar la citación del bolsillo.
-¿Es usted el dueño? –pregunta el inspector.
-Sí, yo soy –responde Moe intentando aparentar aplomo. Y tras una breve pausa, añade-: ¿le puedo ayudar en algo?
-¡Seguro que sí! -replica el inspector con decisión-, ¿podemos empezar la inspección?.
A Moe se le pasa por la cabeza empezar a contar las virtudes de su taberna, de lo soberbio de sus clientes, de lo exquisito del ambiente. Pero, en un arranque de ingenuidad o sinceridad dice:
-Ya sé que no es la taberna más elegante de Springfield: el color del decorado probamente no sea el más adecuado, pero estamos esforzándonos en mejorarlo.
El inspector que se esperaba un discurso lleno de halagos y de un sinfín de ocultamientos, tenía pensado, antes de iniciar la inspección, en centrarse en aspectos clave tales como limpieza, seguridad, etc. pero tal reconocimiento espontáneo de Moe, logra que el inspector le confiera un cierto nivel de fiabilidad además de un determinado grado de admiración por su actitud de esfuerzo hacia la mejora.
-Ya, ya veo -dijo el inspector-: el color rojo se puede cambiar con un poco de esfuerzo.
A partir de ahí el inspector termina de realizar rutinariamente la inspección eliminando de ella el tono inquisitivo que anunciaba al principio.
Al confesar Moe una pequeña debilidad de su taberna la convierte en fortaleza al atribuirle el inspector sinceridad, honradez y actitud de mejora. ¿Habría conseguido lo mismo si la debilidad confesada fuese de orden mayor?. Por ejemplo, que la ratas campen a sus anchas por la taberna en cuanto los clientes se van a casa.