Lady Macbeth y su aseo corporal

Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem

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Nos lavamos las partes del cuerpo con las que hemos pecado. Kahneman, D.

No saludó al entrar. Cuando la reconocí, sin querer, me puse en alerta. Ella no se dio cuenta. Para disimular continué repasando el informe de la próxima reunión.

-Tan sobrada como siempre -susurra mi compañera mientras ella entra en la sala de reuniones.

La llaman Lady Macbeth porque es una persona complicada. Vamos, de esas que no elegirías para irte de vacaciones.

– ¡Hoy lo tenemos crudo! -comento.

-Seguro que generará un clima tenso en la reunión para justificar su postura autoritaria -añade mi compañera, que es psicóloga y en estos temas está muy puesta.

Cogemos nuestras carpetas y nos dirigimos a la sala. Ya habían llegado otras dos personas. Con alivio pensé que así los efectos de Lady Macbeth se repartirían entre todos los asistentes.

La reunión transcurre por los derroteros esperados: unos pocos datos partidariamente seleccionados, unas cuantas interpretaciones interesadas y bastantes insinuaciones de lo que nos pasaría si no los mejoramos. Vamos, lo habitual y no menos desagradable, cuando ella está presente.

Acabada la reunión nos dirigimos de nuevo a nuestras mesas, pero a medio camino decido ir al lavabo. Ya sabes, hay veces que uno se ha de aliviar de ciertas sensaciones si quiere recuperar su estado anterior a la reunión.

– ¡Ah! Disculpa, no sabía que estabas aquí -digo dirigiéndome a Lady Macbeth-. Mi alivio fue sencillo y clásico. Una ligera micción y listo para seguir trabajando.

Los lavabos son modernos: tienen una estética elegante y minimalista con un espacio común en el que hombre y mujeres compartimos los lavabos y dos añadidos independientes para acoger los excusados propios de cada sexo.

Habían pasado veinte minutos cuando Lady Macbeth salió del lavabo una vez acabado su proceso de recuperación.

-Sí que necesitan alivios largos algunas personas -comento con la malsana intención de que mi compañera se sume a esos pequeños momentos de desafectos cotidianos.

-Y tanto -responde-. Si yo te contara.

-Cuenta, cuenta -animo.

-Verás, nuestra “amiga” después de cada reunión en la que ha dado bastante juego a su lengua viperina y cancha a sus insidias, necesita doble sesión de lavabo.

– ¿Doble sesión?

– ¡Y tanto! cuando siente que por su boca han salido cosas poco agradables necesita beber agua o lavarse la boca. Psicología básica, cuestión de higiene mental.

– ¿Higiene mental?

– Sí, tendemos a lavarnos aquella parte del cuerpo que sentimos sucia -añade la mi compañera psicóloga devota de Kahneman.

– ¿Y lavarse las manos con esa insistencia? -pregunto.

– Lo de las manos es por su ira reprimida. Creo que ha habido momentos en los cuales le habría agradado zarandearnos -sentencia.

Lo dejo ahí, pero creo que, si Lady Macbeth asiste a más reuniones, con la mala uva que tiene, o le pagamos un curso de yoga o instalamos una ducha para que pueda proceder a su alivio de forma rápida y completa.

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