Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Para juzgar a una persona, no preguntes en qué se ocupa, sino en qué se desocupa.
Todas las vacaciones son un intento de restituir el sentido a algo. Ese algo que se va diluyendo según avanza el semestre y llega el calor del verano. Justo, en ese momento, víctimas del calor, las prisas y del estrés, nos entran las ganas de dejarlo todo, de cambiarlo todo. Pero, haciéndolo, ocurre algo curioso: no cambia nada. Todo es simple apariencia.
Sí, hacemos cosas que parecen diferentes, pero solo lo aparentan al estar dispersas y desubicadas. En realidad, son máscaras diferentes de uno mismo. Ese viaje vacacional deseado, lo hemos programado con el mismo modelo de un viaje de trabajo, esa agenda turística sigue las mismas pautas que la ejecución de nuestras rutinas laborales, esas fugas en el tiempo vacacional, son de la misma magnitud que las fugas del tiempo profesional. En definitiva, ese desconectar vacacional es del mismo tipo que nuestro desconectar profesional. Porque nosotros somos uno, con una sola cara, pero que la ocultamos tras múltiples máscaras.
Tanto es así que podríamos preguntarnos, ¿qué son nuestras vacaciones? Probablemente, un simple juego de máscaras: nos ocultamos tras la máscara de Eros al lucir nuestro cuerpo bronceado, la de Dionisos al degustar algún espirituoso, la de Mercurio al viajar a lo más próximo o recóndito, de Atenea cuando presumimos de lo que sabemos, o no tanto. De Cronos solo nos acordamos al final, cuando nos quedan pocos días para volver a nuestra rutina habitual.
Nuestras máscaras cotidianas son esa carcajada tras la que nos ocultamos, esa risa que justifica algo no tan justificable o esa sonrisa que camufla el desagrado que a veces sentimos. También lo hacemos tras una cerveza y unas tapas, unas gafas de sol y un sinfín de conversaciones banales que se desarrollan de manera circular sin conducir a ninguna parte. Porque somos, eso, uno que disfruta, vaga y diluye en ese tiempo que llamamos vacaciones.
De todo ello podríamos deducir que, en definitiva, si somos uno, y no debemos dudarlo, hagamos que la música suene para nosotros y lo haga con el tono deseado, el vino que tomemos tenga el buqué que más nos agrade, la conversación que mantengamos sea lo que queramos que sea. De nosotros depende la armonía de los sonidos que escuchamos, el placer de los sabores que degustamos y la bondad de las conversaciones en las que participamos.
Porque, recuerda, tú solo eres uno con muchas máscaras que se va de vacaciones y, transcurrido este tiempo vacacional, para volver al hogar, te pondrás la máscara de Hestia, porque todos los viajes acaban en el mismo lugar: volviendo a casa. Tu aventura ha llegado a su fin.
Pero no lo dudes, independientemente de las máscaras que utilices, recuerda que disfrutar es un arte y disfrutar del descanso forma parte del arte de trabajar.
¡Ánimo! Sé el artista de tus vacaciones.