Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
«La mejor forma de haberme marchado hubiera sido no haber venido”
Entre todos los actos crueles que en estas fechas se puede cometer está el de la cena de fin de año. Sí, sí, ya sé que lo hacemos por gregarismo, pero eso no disminuye su crueldad.
Odio las cenas de fin de año. Yo, en esta última no conocía apenas a los asistentes y, claro, me tuve que presentar:
-¡Hola! Soy un amigo de los anfitriones. Nos conocemos desde cuando íbamos a la universidad.
-Encantado, responde uno de los asistentes. Yo los conozco desde la época del instituto.
De natural soy bien intencionado, pero intuí que intentaba competir. Le habría respondido que había compartido con ellos la guardería. Lo consideré poco relevante y, por comenzar una conversación, pegunto:
-¿Qué tenemos de cena?
Sé muy bien que la razón principal de la celebración no es el comer, aunque ello no ha de dar pie a esos menús-desguace de pizzas y alitas de pollo regados con un cava de marca “notefijes”.
-Creo que han dispuesto unos frutos del Cantábrico sobre burrata trufada, seguido de toast skagen y caviar de Kaliz y, como principal, salmón en salsa escandinava. Todo ello rematado por una crema de kiwi servida en copas de Martini -comenta la modernilla de turno.
Apenas había asimilado el menú cuando la “pierdelotodo”, que está junto a ella, empieza a preguntar por su servilleta. No es grave. Seguro que los anfitriones tienen más, pero hay que aguantar aquello de:
-Soy un verdadero desastre, siempre lo pierdo todo: el móvil, las llaves, la chaqueta…
Aquí, lo que está perdiendo es la dignidad; pero he venido a socializar, por ello pregunto:
-¿Y qué tal se presentan los Reyes? ¿Serán generosos con vosotros?
La he liado. Pregunta inocente ¿no? Pero he dado pie a la reivindicativa que se dispara diciendo:
-Los regalos son sexistas y deberíamos regalar igualdad.
Imagínate, yo en estos temas no estoy muy puesto. Mi formato es sencillo y mi inteligencia modesta.
-Somos víctimas del heteropatriarcado cisgénero y, por supuesto, del consumismo -sentencia.
Empezamos a cenar, o posturear, no lo sé. Los comentarios se entrecruzan provocando conversaciones almibaradas llenas de clichés. Entre copa y copa, intento seguir el ritmo. Estamos ya casi al final de la cena cuando las copas que se había tomado el invitado de mi derecha comienzan a hablar con tono gangoso:
-Es que la echo mucho de menos (a su ex) y, además, mi trabajo no me llena.
Jo ¡Qué palo! Solo me falta el “cuñado”. Sí, ese que de “dos patadas” lo soluciona todo. Seguro que está, pero sospecho que se reserva para el postre. Hasta ese momento no intuí lo bien distribuida que estaba la tontería en la mesa. Mi duda es ¿qué rol idiota falta por representar y si estaré a la altura en su desempeño? El listón está muy alto y soy consciente de mis limitaciones.