Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Cuando ser es ser mercancía. Serna. J.
– ¡Esto marcha! -dice el Jefe, fichaje estrella de última hora.
Una hora antes había comenzado, en el salón de actos, la presentación del informe de resultados. Es su primer trimestre. El jefe dominaba el escenario: seguridad en los gestos, datos impactantes y un relato que le permite ser el héroe de aquella hazaña.
– ¿Alguna duda? -pregunta, antes de solicitar el aplauso.
Suena el aplauso, más fervoroso en las primeras filas y menos en las últimas. El motivo del porqué es así no se ha investigado suficientemente. Algunas teorías apuntan a la posibilidad de que adelante se sienten los más interesado, los que padecen presbicia y los pelotas incondicionales e irredentos. Aunque sobre estos últimos son más las habladurías que la información contrastada.
-Me gustaría añadir, a lo que ha expuesto de manera magistral, que el éxito se ha debido fundamentalmente a su visión de negocio -añade, recién acabados los aplausos, el pelota mayor.
-Gracias, gracias -responde el Jefe-, pero ya sabéis que lo más importante son las personas. Sin vosotros no habría sido posible.
Decir lo de las personas y todo eso, le encanta. Pero, cuando alguien le hace una entradilla de ese tipo, se nos crece. Es que no lo puede remediar.
– Y, de los tres despedidos en el último mes, ¿qué nos dice? -pregunta el respondón de turno, que tampoco lo puede remediar.
-He de decir -contesta el Jefe, a la vez que censura con la mirada al preguntón-, que uno no ha sido despido, sino una no renovación. Los otros dos por su baja aportación al budget.
Alguna sonrisita nerviosa en el auditorio y no más preguntas. He de decir a favor del jefe que cuando se le acaba la inteligencia, habilita ese vocabulario postmoderno de palabras edulcoradas sazonadas con un poquito de inglés. Eso siempre funciona o, al menos, confunde.
-Vaya “piquito de oro” que tiene este genio para evitar lo impopular -comenta en voz baja el que está a mi lado-. Tiene más marketing personal que fundamentos para dirigir la empresa.
Guardamos silencio unos momentos, está en el cierre de la presentación y aquí hemos de reconocer que es brillante. Sin respirar, es capaz de decir “hemos de crecer si no queremos quedarnos atrás y para ello os necesitamos a todos. Si no lo hacemos, nadie sabe dónde estaremos el próximo semestre”.
Lo dicho. Impacta transmitiendo emociones. La alegría de los buenos datos es frugal, pero, la intensidad máxima la alcanza cuando dice “no sabemos dónde estaremos el próximo semestre”. Aquí, en este punto, el cuello de la camisa de algunos se contrae y los esfínteres de otros hacen lo propio.
Él es la única estrella que brilla en la organización. Los demás, su abrillantador si queremos permanecer en el firmamento de la organización.