Por: Mercè Roura Olivan – Directora SAP Litoral de Barcelona – Institut Català de la Salut
“El comportamiento es un espejo en el que cada uno muestra su imagen” – Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)
Todas las organizaciones están formadas por personas, y ambas se necesitan mutuamente para conseguir sus objetivos.
La evolución en el campo de las organizaciones ha dado lugar a la aparición del
estudio del comportamiento organizacional como disciplina para comprender la conducta de las personas en las organizaciones, y a la vez poder desarrollar estrategias para conseguir unos mejores resultados.
El comportamiento en las organizaciones depende de muchos factores: de las personas, del entorno, de los grupos, del liderazgo….
En algunas ocasiones, los valores y las actitudes de las personas no coinciden con los de las organizaciones por lo que, el objetivo ha de ser, entonces, acercar al máximo ambas para poder llegar de manera conjunta y satisfactoria al objetivo deseado.
En algunas organizaciones (sobre todo las públicas) posiblemente en parte por la manera de acceder al sistema (habitualmente por oposición) la miscelánea de las individualidades se puede acentuar con respecto a la de otras organizaciones que suelen “seleccionar” en gran medida a las personas en función de la mayor coincidencia con sus valores y objetivos, con lo cual es más natural la posterior relación.
Pero no por eso hay que dejar de buscar la manera de acercar posturas.
El cambio social producido en las últimas décadas nos obliga a adaptarnos rápidamente a nuevas formas de dirección y gestión empezando por utilizar las terminologías adecuadas: dejemos de hablar de gestionar recursos humanos y empecemos a hablar de gestionar personas.
Aunque siempre se habla de “dejar los problemas a la puerta del trabajo” la verdad es que es difícil que la manera de ser, los valores y las creencias de las personas no tengan cierta influencia en el comportamiento de estas en el seno de la organización en la que se desenvuelven (no solo a nivel del trabajador sino también, por supuesto, a nivel del gestor o directivo).
Por ello, dentro de los factores a analizar y considerar en el momento de plantear objetivos y retos futuros en una organización, cabe tener en cuenta el capital humano que lo forma ya que, lejos de simplemente, definir circuitos y procesos, deberemos contemplar también cual es la mejor forma de comunicarlos y transmitirlos para que, en la escala de valores de las personas, ésos circuitos y ésos objetivos se transformen también en su prioridad.
Por supuesto no es sencillo y, entre otras dificultades posiblemente nos encontremos con que, los comportamientos, pueden ser modelados con más o menos cierta facilidad, pero no así las actitudes.
Hay que “sumar y no restar” por lo que el conjunto del comportamiento humano en las organizaciones no sólo condiciona la consecución de sus objetivos, sino que debe considerarse también como una parte importante de la riqueza de las mismas si van alineadas en la dirección que es más beneficiosa para todos.