Por: Mª José Delgado Responsable de programa – Institut de Ciències de l´Educació. ICE-UPC
Dale un pez, y comerá un día, enséñalo a pescar, y comerá toda la vida. – Proverbio Chino
El entorno económico actual en el que hemos de desarrollar nuestra vida profesional, así como la competitividad de este, la rapidez del cambio e innovación de la tecnología, la rigidez de las estructuras empresariales y de la organización del trabajo, conjuntamente con la globalización de los mercados y la fuerte competitividad, provocan que las empresas hayan de realizar un esfuerzo por adaptarse a los cambios y garantizar así su supervivencia (y por qué no? Su éxito). Un aspecto fundamental para conseguirlo es formarse y formar a los profesionales que trabajan en estas empresas y en este entorno.
La formación no implica nada más que cambiar. Y cambiar la manera de hacer las cosas dependerá del elemento fundamental que es el factor humano (y el hombre es él y su circunstancia…circunstancia que ira variando a lo largo de nuestra vida). La empresa innovadora y competitiva, necesita contar con profesionales capaces que hayan recibido formación en la tecnología necesaria, en procesos, en organización y en su gestión. Formar a los profesionales actuales ha de consistir en capacitar a las personas que hay en estos profesionales para sean flexibles y capaces de adaptarse a las nuevas herramientas tecnológicas; a aprender a organizar los equipos de trabajo y facilitar cambios de actitud frente el cambio vertiginoso que estamos viviendo.
La innovación llega también a este ámbito y la aplicación de nuevas técnicas de formación y nuevas plataformas de trabajo debe aportar valor a este producto final de forma que sea una ventaja competitiva y mejore nuestros resultados. Por un lado la tecnología nos permite adecuar y personalizar como nunca antes había sido posible las necesidades formativas de cada colectivo (e incluso de forma personal) a la formación/capacitación que va a recibir.
Y por otro las técnicas innovadoras en impartición de esa formación (en el formato que sea) nos permiten llegar al profesional que la recibe con una mayor garantía de asimilación, comprensión y facilidad de puesta en práctica.
Por todas estas causas (o efectos según queramos verlo), la formación continua constituye un elemento estratégico para las empresas y los profesionales y debe considerarse como tal. Y esto incluye el hecho de considerar el coste de la formación no como un gasto (cuya contención es importante en estos momentos) sino como una inversión (miremos al futuro), del mismo modo que se hace con otras partidas presupuestarias.