Por: Alejandro Martin – Socio Director de TDSystem
La mayoría de las personas gastan más tiempo y energías en hablar de los problemas que en afrontarlos.
Henry Ford (1863-1947) Industrial estadounidense.
¿Podemos aprender a ser conflictivos? Sí. ¿Se aprenden los conflictos? También. ¿Y eso compensa?. Algunas personas creen que sí.
Veamos de qué manera más inocente puede empezar un proceso de este estilo.
Imagina que nos damos cuenta de que un conflicto en una situación determinada nos puede generar ganancias.
¿Renunciarías a estas ganancias? Probablemente sí. Pero seguro que conoces algún ejemplo de lo contrario:
- Un niño llora estrepitosamente para conseguir algo que en circunstancias normales no le daríamos. ¿Has tenido esa experiencia?. Aquello de “papá, si me porto bien qué me das”. ¿Qué has hecho en esa situación?.
- Un adulto nos dice que en situaciones conflictivas le sube la presión y puede sufrir un infarto. ¿Has escuchado alguna vez “no le hagamos enfadar que le puede subir la presión y morirse”?
Podríamos pensar que esto en la empresa no pasa. Tal vez sea así. No obstante, ¿tienes algún amigo que decide que va a pedir a su jefe una mejora de sus condiciones contractuales?. Imagina la situación e imagina al jefe –que intuye la proximidad de esta petición-. ¿Crees que el jefe puede utilizar o crear una situación conflictiva para evitar esta petición o justificar su negativa?. Tal vez tampoco esto suceda y sólo sea objeto de una mera especulación, o tal vez todo sea muy humano y en la medida que aprendamos que una situación conflictiva nos puede reportar ganancias, las posibilidades de mantenerla o crearla se incrementa.
En el caso hipotético –que no es el caso- de que alguien decida aprovechar el potencial del conflicto para influir y controlar el comportamiento de los demás, ¿cómo actuará?
En principio, el “conflictólogo” conoce los dos componentes básicos del conflicto:
- El primero es de carácter natural y corresponden a las emociones.
- El segundo es “artificial”. Son los disparadores de la conducta conflictiva. Su utilización puede provocar la aparición de emociones indeseadas (miedo, sorpresa, aversión, temor, etc.).
El experto identifica las primeras y utiliza los segundos. Todo ello aprovechando o provocando la unión o desunión del grupo, en beneficio propio.
Él sabe que las personas necesitamos sentirnos bien y deseamos que las situaciones conflictivas desaparezcan. Se esfuerza en encontrar una nueva causa de conflicto, alimentarla y volver a mantener en los demás la necesidad de que un “experto” resuelva la situación. Siempre con algún provecho personal, claro.
¿Son estos personajes externos a nosotros?. Si para aquellos que piensan que todo es culpa del sistema. No obstante, hay algunos tipos que ya “apuntan maneras” para ello. Además de los que buscan beneficio propio, es posible que también lo sean las personas que provocan un conflicto para después solucionarlo y encontrar en ello el reconocimiento de los demás. Es el “bombero pirómano” o el “guerrero que provoca la guerra para encontrar sentido a su existencia”.