Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Pienso, luego existo. Y si tardo en pensar, ¿vivo más tiempo?
El día ha empezado muy temprano. Es que, aunque vengo siempre a la misma hora, hay días que comienzan más tarde. Ir al lavabo, tomarse un café y departir con algún compañero, hacen que el día, el de verdad, comience un poco más tarde. Pero hoy todo eso ha quedado para cuando tenga un momento. Y aquí estoy, liado y cabreado solventando un problema mientras mi compañero, el procrastinata, disfruta de su café.
-Te veo muy afanado. ¿Algo que no pueda esperar? -me pregunta hilarante.
-No, nada -respondo un poco malhumorado.
Estoy solventando un problema que solamente sería una cuestión si él hubiese hecho su trabajo. Pero, claro, dice que “le han diagnosticado cierta tendencia a la procrastinación”; que, entre tú y yo, no deja de ser una proclividad al trabajo mínimo, relajado y distendido.
– ¡Qué! ¿Te animas a tomar un cafetito? El mundo va a seguir girando igual.
Yo le haría girar a él, pero estamos en la época del “buen rollete” y puede sonar un poco abrupto. Por ello le respondo:
-Gracias. Ya me gustaría. Pero hoy no va a poder ser.
El jefe ha dicho que si el problema no se solventa pronto “habrá consecuencias”. Y, claro, aquí estoy yo y ahí, nuestro amigo volviendo distendidamente con su café y sonrisa vacacional.
– ¿Te pasa algo? ¿En qué piensas? -me pregunta.
-No, nada. Alguna tontería, supongo.
Si le dijera en lo que realmente estoy pensando, probablemente discutiríamos.
-Venga, no seas así. Cuéntame, que seguro que tiene fácil solución -insiste.
No tengo claro a lo que me invita. No le veo iniciando un proceso de análisis crítico en el que pueda decirle que lo suyo son más las relaciones sociales y los tiempos vaporosos que el cumplimiento de sus obligaciones. Aunque no me puedo reprimir y le digo:
– ¿De verdad quieres que te diga lo que realmente pienso?
Sé que al planteárselo de ese modo se lo puede tomar como: “mejor que no sepas lo que pienso”. Aunque para estas cosas tiene cintura y por ello, me dice:
-Sí, claro.
Tenía intención de hacerlo, aunque tal vez como una pequeña venganza le suelto:
-Preferiría no decirte lo que pienso.
– ¿Es algo malo? -me responde.
Pensar en algo, no necesariamente es malo; pensar en alguien, requiere aclarar en qué tono se piensa, pero no querer decir lo que se piensa de alguien, bueno no es, te lo aseguro.
-Mira, tenemos que hablar largo y tendido -le digo para cerrar el tema.
– ¿Puede esperar a mañana?
Le diría que “he de pensarlo”, pero creo que no entendería que no puede esperar a mañana. Aunque tengo mis dudas sobre si su procrastinación afecta a sus entendederas o mi condescendencia con él a las mías.