Por: Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
Algunos proyectos nunca pasan de ser más que simples palabras. Gógol, N.
José G. de Rendueles, “el Rendu”, como todo el mundo le llama, es buen tío, pero es un poco como su nombre, vamos, bastante común. Le gustaría llamarse de otro modo, pero es lo que le cayó en suerte cuando le bautizaron. Él intenta arreglarlo poniendo G. de Rendueles porque leyó en internet que utilizar la inicial del primer apellido queda más glamuroso, especialmente si la G. oculta un García.
Pero bien, no es esto lo que quería contaros. Lo que quiero deciros es que ha sido promocionado hace poco a jefe de proyecto, o como él dice, a Project Manager, hecho que recibió con alegría y alborozo.
Hoy G. de Rendueles no está del todo contento: hace unos días que entregó el proyecto que le encargaron. Todo fue bien, bueno, según lo previsto para estos casos. O sea, con bastantes imprevistos.
Para no liaros, simplemente decir que el desarrollo del proyecto tubo los “momentazos” que paso a describir:
- Un inicio del proyecto con gran entusiasmo. La “contentura” le salía por los poros y, aun con algunos inconvenientes (medidas erróneas, cantidades sin justificar, etc.) pensaba que no debía ponerse tiquismiquis y pensar en positivo.
- Le siguió una fase de desorientación en la que todos hablaban mucho y decían poco. Nadie se “mojaba” a la hora de tomar decisiones de calado.
- Como consecuencia de lo anterior, el desconcierto general se hizo presente. Él, más que llevar “la voz cantante”, cantaba cada vez que tomaba una decisión.
- A partir de ahí, se instaló un cachondeo incontrolado. Claro que con el “equipito de marras” que le había tocado, no había manera. Todo el mundo hacía propuestas imposibles, inútiles e injustificadas.
- La cosa no podía seguir así y procedió a la búsqueda implacable del culpable. Aquí debía encontrar algún responsable, lo fuese o no lo fuese.
- Visto lo que se avecinaba, el sálvese quien pueda es lo que tocaba. La mayoría desaparecieron. A ver quién es el “guapo” y no huye de la “quema”.
- Pero alguien siempre queda y se procede al castigo ejemplar del inocente. El Rendu se entregó a fondo. Cualquier buena acción no debía quedar sin su castigo ejemplar. ¡Faltaría!
- Bueno, hecha la escabechina, tocaba recuperar el optimismo: colaborar y aportar nuevas soluciones.
- No obstante, y estando enfrascados en la acción, declaró el final del proyecto. Quedaban cosas por hacer, “flecos que atar”, pero se debía entregar el proyecto porque si no, se eternizaba.
- Y, por último, se preparó para recibir el premio por el éxito del proyecto. En el diploma figuraba: a Don José G. de Rendueles, the best project manager.
En todos los proyectos hay tres clases de personas: los que trabajan, los que esquivan el trabajo y los que se cuelgan las medallas. ¿A qué grupo perteneces?