Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
“La ignorancia siempre ha sido atrevida; ahora, además, es arrogante”. Paco Grande. Filósofo.
Estaba hablando animadamente Homer con sus amigos en la taberna de Moe. Hacían propuesta para solucionar los graves problemas de Springfield cuando de repente ¡Zas!, se fue la luz.
– ¿Qué ha pasado? Preguntó Homer
– No sé, respondió Barney atropelladamente.
Estaban en esto cuando seguidamente oyeron un gran estruendo y un elefante atraído por el olor a cerveza, aprovechando la oscuridad, entró en la taberna de Moe.
– Crash, crash, crash. Algo avanzó hacia el centro de la taberna
Lenny, asustado, a tientas en la oscuridad chocó directamente con el costado del animal que al notarlo sólido y contundente concluyó:
– “Es un trozo de muro que se ha desprendido de la Central”
Carl, que por azar tocó el colmillo, noto algo alargado, liso y puntiagudo, sentenció:
– “Esto parece el mástil que sujeta el toldo de la entrada a la taberna”.
Homer, se movió hacia allí y accidentalmente tocó con una pata que le pareció un gran cilindro. No vaciló en descartar las propuestas anteriores sentenciando:
– No digáis tonterías. Esto es claramente el tronco de un árbol que la tormenta ha empujado hasta dentro.
Moe, que hasta ese momento no había abierto la boca e inquieto por lo que podría pasar a su taberna, se acercó al objeto y palpó la oreja. Complacido por haber dado con una verdad menos truculenta y agresiva que las anteriores, exclamó:
– No os preocupéis, esto es el gran abanico que colgaba en el cartel-anuncio del Night club de enfrente.
A lo que Barney, que estaba dando traspiés por la taberna, para evitar caerse al suelo se agarró accidentalmente a la cola del elefante que le pareció un cable, y con voz etílica, apostilló:
– Lo que ha entrado es un cable grueso y largo que seguro lo habrá desprendido la tormenta de algún poste eléctrico.
Y así Homer y sus amigos siguieron porfiando sobre qué es lo que debía haber entrado en la taberna. Defendían acaloradamente su opinión con el ánimo de imponerla sobre la de los demás. El objetivo no era saber qué es lo que había entrado en y qué efectos podría tener para ellos. Cada uno tenía su opinión, pero ninguno de ellos tenía la razón.
Moe mientras tanto y en la oscuridad más absoluta, sirve otra ronda de cervezas que sus clientes intentan coger palpando el mostrador.
La discusión en la oscuridad continúa acalorada entre cerveza y cerveza mientras el elefante, excitado por el olor a cerveza, se acerca a ellos con el ánimo de eliminar a competidores y apropiarse de toda la cerveza.
A veces perdemos un tiempo precioso en imponer nuestras opiniones cuando lo deberíamos utilizar en buscar soluciones.
Cada vegada més, malauradament, hi ha una lluita aferrisada per tenir raó, quan en el fons, passa això mateix que ens explica la història, que deixem passar les hores, les oportunitats i no ens enfrontem veritablement al problema. O si? potser el problema són els nostres «egos»