Por: Alejandro Martín – Socio-Director de TDSystem
La persona que pretende verlo todo con claridad antes de decidir nunca decide. Henry F. Amiel (1821-1881) Escritor suizo.
Este síndrome lo padecemos por miedo a la responsabilidad de tomar una decisión que puede ser acertada o errónea, pero que aún siendo acertada puede que no sea la que más. Tomar decisiones sí es correr riesgos, pero no tomarlas supone un riesgo mayor.
Hace poco leí en un libro la siguiente expresión: “Hoy hay algunos conocimientos que tienen fecha de caducidad como los yogures”. Me llamó poderosamente la atención la cotidianidad de la escena y me hizo seguir leyendo: “hace unos siglos las personas sabían lo que tenían y podían hacer en su quehacer diario”. El conocimiento era de evolución lenta y, en la mayoría de los campos, un individuo no conocía grandes cambios a los largo de su vida”. La toma de decisiones era sencilla: “hacían lo que tenían que hacer”. Ahora las cosas no son así.
Hoy tenemos que tomar decisiones desde un conocimiento que en poco tiempo puede ser obsoleto y con tanta información que puede llegar a paralizarnos si nos dedicamos a analizarla detenidamente. Corremos el riesgo de compartir con Hamlet aquella diatriba del “ser o no ser”. Podemos padecer lo que se viene llamando el “síndrome de Hamlet”. ¿Qué cómo nos afecta?. Bien, hay varios síntomas que nos pueden ayudar a identificar si lo padecemos. A saber:
- Pensamiento vs acción: Nos cuesta definir el camino a seguir a la hora de pasar de la idea a su ejecución.
- Relevancia vs complementariedad: Demandamos permanentemente más información para tomar una decisión, no porque sea necesario sino porque no tenemos claros los objetivos a conseguir.
- Seguridad vs inseguridad: Nos escudamos en un análisis exhaustivo de la información, no porque la situación lo exija en esa medida, sino como mecanismo de seguridad personal.
- Eficiencia vs eficacia: consideramos tantos pros y contras de cada alternativa que ralentizan o paralizan la toma de decisiones.
- Objetividad vs subjetividad: No establecemos indicadores objetivos para seleccionar la mejor alternativa
- Planificación vs improvisación: No marcamos un plan claro para aplicar la decisión tomada.
- Colaboradores vs detractores: Nos resulta difícil distinguir a aquellas personas que pueden ayudarnos de las que pueden dificultarnos a implementar la decisión tomada.
- Rapidez vs lentitud: No ejecutamos con rapidez por temor a los efectos que pueda ocasionar nuestra decisión.
- Cambio vs estabilidad: No gestionamos los cambios, sino que somos víctimas de ellos
- Dominar vs ser dominado: No controlamos los conflictos que se generan en la aplicación de una decisión; sino que somos victima de ellos.
Una decisión tomada en las condiciones anteriormente señaladas probablemente no sea la que necesitamos, sea de ejecución tardía y de efectos poco eficientes. ¿Qué puede pasar? ¿Podemos permitírnoslo en los tiempos que corren? .
« Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor ».
Samuel Beckett (1906-1989) Escritor irlandés