Por:Alejandro Martín. Socio Director de TDSystem
El peligro de querer estar siempre a la moda es arriesgarse a quedarse anticuado.
Lo veo allí, nada más entrar, de pie en la barra de la cafetería dándole a la plática. Debo reconocer que es simpático, no cae en la chanza, pero es simpático por naturaleza, aunque moderno por autoimposición. Él sabe que ya tiene cierta edad, pero dicen, y probablemente tenga razón, que su gracia está precisamente en eso, en tenerla, y no aparentarla.
-Tanta edad tiene -me pregunta Pepe, el camarero.
-Tiene esa edad indefinida, mayor para ser junior, pero no tanto para ser senior- le respondo
Ya hemos abandonado los días de frio y nos aproximamos a la calidez del verano, pero la temperatura todavía es discreta. Él, además de su prédica líquida, ya luce colores veraniegos en sus chaquetas con coderas que le dan un aire de estudiante aventajado, en años, claro.
– ¿Siempre viste así? -comenta Pepe con cierta curiosidad y media sonrisa burlona.
-En invierno acostumbra a vestir con tonalidades más austeras, aunque el buen tiempo le anima a lucir colorido variopinto -respondo sin querer dar mucha carnaza a Pepe, que sé que la está esperando.
El color de los pantalones de nuestro veterano modernillo es azul. Nada que reprochar al color, pero el suyo es ese azul que Magritte prodiga en sus cuadros de amplios cielos y nubes algodonosas. Sobre sus camisas, pocas objeciones exceptomencionar que recorren toda la paleta de colores imaginables, aunque no siempre hacen buen juego o contraste con sus chaquetas. Pero esto último no se lo comento a Pepe. Sé cómo es y tampoco es cuestión de añadir gasolina al fuego.
– Parece que no pasan los años por él -continúa el camarero burlón y lenguaraz.
-He de reconocer que no aparenta la edad que tiene. Creo que se deja aconsejar, aunque no sé con qué nivel de acierto, por su personal shopper. Yo, como de estas modernidades no estoy demasiado al día, no sabría valorar la bondad de tal asesoramiento.
Él continúa allí, joven en vestimenta y moderno en conversación. Su lenguaje denota una obsesiva necesidad de parecer joven y moderno. Trufa su discurso con expresiones en inglés propias de esos juniors que necesitan mostrar talento a costa de introducir confusión. Podría decirse que está al día en las formas sin poder garantizar que lo esté en el fondo; pero creo que no le importa demasiado. Se trata de parecer, no de ser.
-Hombre, más que moderno, yo diría que va de modernillo impostado -sentencia el camarero burlón.
Me resisto a contestar. El modernete es mi jefe y eso exige cierta lealtad. La copia que hace de los nuevos estilos y lenguajes producen en él una amalgama cool-guay-fashion. La ventaja de su opción es estar siempre a la moda; su insensatez, depender de ella; su peligro, ser una mala copia de quien no es.